Suspiro ligero, un invierno sin motivos


Abrió la última puerta del pasillo.
Ulula el viento contra la ventana,
nadie cree haberlo escuchado.
Quemará la soledad cuando descubras
una última instancia de este pánico atroz,
el calce perfecto para una historia con final dudoso.

Dame tu cruz, toma mi espada y esta fría pared.
Entrégales razones para creer que no todo se ha visto.
Burdo, dudando si vale un acróstico mal habido
Ante estas líneas que hoy dedico, sabrás a qué.


Cuando tomes mi mano la próxima vez,
extiende una esperanza entre mis dedos,
gana un lugar en tu cielo para mí
aunque cueste la mismísima razón.
Razón, que a veces es mejor no tenerla.

Abre las alas y echa a volar,
lentamente, con la sensación de las caricias.

Siempre que tengas un buen argumento,
oscuro será únicamente el manto que cubra
la última justificación para senda locura.

Será, por mal, será,
a mis ojos que dieron con la luz de aquella mirada,
banal, que la luciérnaga cayó en pleno vuelo y no sabías.
Etéreo y ciego, quizá más perdidos que ciegos.
¿Sutil o vulgar mentira...?
Que cada vez que rozo tu piel,
urdiendo intrigas, las manos se me hacen melodía
en esta hermosa tarde de eclipse solar.

Tendrás pocas palabras, serán las necesarias.
Entenderán que no hace falta,
que basta solo con el alma hablando.
Una imprudencia volátil,
instinto desgarrador,
enemigo de la costumbre,
rugiendo cual tigre enjaulado...
Otra vez, cegando al sol.

¿A dónde vamos?

Hace poco más de un mes, alguien me preguntó: "¿Vos le tenés miedo a la muerte?"... y a mi me cuesta pensar esta clase de cosas. Son temas delicados que hay que procesar bien...

¿A dónde van los que ya no están?
Durante los pasados siglos, tratamos de encontrar respuestas en la religión. Hablamos de Purgatorio, Cielo e Infierno. Hablamos de una multitud de vírgenes y un santo cuidando una gran puerta de oro. Algunos hablaron de reencarnación y otros, de reinos extensos y paradisíacos.
Yo quisiera que dejaran ir todo aquello por un segundo y pusiéramos las cartas sobre mi mesa.
La muerte es una parte de la vida. Por supuesto que es la menos favorita de todos, pero no es más que ello. Quienes le teman, vivirán esperándola durante toda su historia. Y cuando llegue, aún así los tomará por sorpresa.
No vivan de acuerdo a lo que les espera después. Si están por cometer un acto perjudicial, no se detengan por temer la pérdida del Cielo... deténganse porque ahora, en esta vida, eso está mal y hace daño a otros.
Más triste que perder el Cielo del más allá, es perder el de más acá... el que poseemos desde recién nacidos y llamamos vulgarmente "Humanidad".
Nadie sabe lo que hay después, porque de ahí no hay regreso. En base a esto, se genera una mítica inútil que nos hace aún más débiles. Vivir hoy y nada más que hoy, sabiendo lo que pasó ayer y provocando un mañana conveniente, pero viviendo hoy.

Somos efímeros como las rosas del Asteroide B 612. Lo importante es marcar nuestra inmortalidad en los demás. 
Cada una de las almas que ocuparon los cuerpos de los que amé, viven en cada enseñanza, en cada tropiezo, en cada paso de mi sendero. Eso, querido lector, se llama "inmortalidad". Hacer que tu historia valga para ayudar a las demás.


Yo propongo interesarse más por marcar vidas, que por perder la propia.
Obviamente le temo a la muerte. No quisiera irme aún, porque hay un millón de cosas que quedan pendientes... por supuesto, soy una persona joven y a mi edad estamos endeudados hasta el cuello con la Vida. Pero realmente me preocupa muy poco si una suma de indeseadas circunstancias mañana me roba la chance de pagar todas mis deudas.
Prima ahora el hecho de dejar de ser la argentina número treinta y siete millones y algo, para convenir que mi nombre y mi apellido signifiquen algo. Aunque sea algo mínimo para un reducido grupo de personas... o para una sola... pero algo.

Le temo a la muerte, porque soy un animal... pero no la espero ni la pienso todos los días.
Hay cosas más importantes que aterrarse por una gripe o rendirse ante una crisis. Allá afuera hay Vida por defender, hay un mundo entero dedicado a nosotros... no vale la pena pensar en no existir, cuando tenemos la existencia en nuestras manos.

Me acabo de dar cuenta que el promedio de veces que uso la palabra "Vida" en mis textos, supera con creces a cualquier idea que tenga sobre ella. Perdón por eso.
De todos modos, gracias papá y mamá por dármela.

Gracias a vos, por dedicarme este momento.

Monologueando sin motivo, razón ni circunstancia


(I)

Pocas personas saben quienes somos en realidad. No se trata de saber cuál es nuestro color preferido o qué tipo de películas nos gusta mirar, sino algo más "auténtico".
Estas personas conocen nuestro pasado, pero no bajo el concepto de sucesos cronológicos de alguna época distante, no como un montón de recuerdos plasmados en la historia de uno, porque a esa información puede acceder cualquiera que pregunte "¿Qué pasó?". Hablo del pasado interior, de lo que sentimos al momento de los hechos, de cómo nuestras almas se curtieron al contacto con lo ajeno, con los cambios, con lo inusual, con acciones y reacciones. De qué fue lo que pensamos hacer, lo que sentimos que debíamos hacer y lo que terminamos haciendo.
Hay personas que se jactan de conocernos basándose sólo en prejuicios, o en algo que alguna vez dijimos. Hay otras tantas que creen que no hace falta ver detrás de las máscaras, o quizá sean demasiado perezosas y pretendan conformarse con una respuesta simple, con una banalidad, con una casilla, con un número. 
Todos somos tan "amplios", tan extensos y complejos, que el hecho de sacar conclusiones sobre un ser humano, sobre sus actos, sobre sus pensamientos y opiniones, podría ser condenado como una falta de respeto gravísima.


(II)

Quizá sea tarde para volver a escribir, quizá no. Todo lo que se es que sigo sintiendo ansias al ver una hoja en blanco y las palabras siempre salen de mí disparadas, apuradas por la irritación de haber estado tanto tiempo escondidas.
Antes pensaba que alguien más hablaba por mí, que había algo en el Universo que se apoderaba de mis manos y se expresaba en mis papeles, pero esas cosas simplemente no suelen pasar. 
Las palabras no son más que yo misma, entregándome al mundo. Me juego por cada una de ellas y jamás me arrepiento de dejarlas ir. 
Creo en la belleza de las personas por lo que hacen. Las acciones son la verdadera cara, el cuerpo desnudo de cada uno de nosotros. Lo que hacemos nos viste de príncipes o mendigos, pero lo mejor es que ésta es una moda que puede ser elegida por cada uno. 
Creo en el fracaso y después de mucho tiempo aprendí a no temerle. El fracaso no es el enemigo, sino el amigo sabio que nos enseña el camino para triunfar. 
Uno no debería bajo ninguna circunstancia dejar de hacer lo que desea, porque mutilar la naturaleza propia es un delito aún peor que el de creer que conocemos a los demás, no importa cuán cercanos sean. 
Creo en el error, creo que todas estas palabras por las que me estoy jugando, tienen su grado de error. No creo que las palabras condenen, creo que los actos -esa moda autóctona- nos ponen más al descubierto. 
Creo que hablé mucho y no dije nada. Es que todos estamos cada vez más separados de la expresión, de la autenticidad, incluyéndome: Soy la voz de quien no predica con el ejemplo. 
Estamos pegados a lo que pensamos que los demás quieren que seamos y muy separados de lo que realmente somos y queremos ser. No hay nada de malo en querer ser algo más. No admitimos muchas cosas, por este estancamiento intelectual y cultural. 
Creemos que no nos pueden gustar ciertas canciones, ciertas modas, ciertos colores, lugares, comidas... todo porque seguimos pensando en lo que a los demás les gustaría que seamos. Nadie entiende nada ya.


(III)

Algún día no daré vuelta la llave dentro de la cerradura. Algún día caminaré por las calles sin miedo de morir, de ser despojada de mis bienes materiales, sin ser dañada por un extraño.
Algún día las personas serán honestas con sigo mismas y con los demás. Habrá un tribunal que decidirá libertades bajo el ideal de justicia, el pronóstico nunca dará lluvia en un día soleado. Los ancianos y las personas de otras razas serán Seres Humanos. 
Algún día el amor realmente no conocerá límites. "Homosexual" no será una mala palabra, "matrimonio" no será sinónimo  de desgracia y podremos correr libres, lejos del opaco vidrio por el cual miran los que no conocen el amor. 
Algún día tomaremos las chances que se nos presentan, no existirá el miedo y las personas no necesitarán matar para vivir. La muerte será solo una parte de la vida, la vida será la prioridad primera y estaremos desnudos frente a la magnificencia de la Naturaleza que nos parió. La inmortalidad solo será para los que nunca la hayan buscado, marcando pasos mientras se creyeron efímeros. 
La gente leerá los libros que escribimos y entenderá que éstos existen porque tenemos algo para decir. Algún día tus palabras tendrán el peso suficiente para dejar de ser propiedad del viento. 
Algún día dejaré de esperar que las cosas cambien, dejaré de temer a los cambios y comenzaré a provocarlos. 
Será ese el día en el que miraré en los ojos de cada Ser y veré Vida. Será ese el día en el que las palabras realmente importantes comenzarán a escribirse con mayúsculas, el día en el que las palabras que ya se escriben con mayúsculas dejarán de ser importantes. 
Dejaremos de existir y comenzaremos a vivir. 
Dejaremos de esperar y comenzaremos a buscar. 
Dejaremos de caminar y entonces, sólo en ese entonces... volaremos.

El discurso que olvidé decir

Llena su copa y se levanta de la silla:

Propongo un brindis:
Mis padres me criaron en el ambiente que consideraron más sano. Me dieron un barrio seguro, todos los caprichos que tuve desde chiquita y me enviaron a una escuela católica, que tenía fama de ser una de las mejores opciones en cuanto a educación.
¿Saben?, la escuela enseña más que Matemáticas, Lengua, Historia y Geografía... es el primer lugar en el que aprendemos a interactuar con otros Seres Humanos en nuestras mismas condiciones, de nuestra misma edad... y con ello, a convivir durante años con las mismas personas, a mantener las relaciones frescas y saludables, porque estamos obligados a verlos a diario. Es un desafío aún mayor que el de aprobar las materias impuestas o el de levantarse todos los días a las seis de la mañana.
Nunca fui una persona superficial. Siempre que alguien me ofreció su amistad, la acepté sin apuntar a su forma de vestir, de expresarse, de vivir... y a raíz de esto, no conocí la soledad absoluta.
Allí conocí muchos individuos valiosos y otros tantos que me enseñaron la primera lección importante: No todas las personas son buenas.
Durante la primaria en el Colegio "Nuestra Señora del Huerto", tuve una sola amiga. Era la única persona con la que me sentía totalmente cómoda: sencilla, buena alumna y desinteresada de la opinión ajena y las costumbres de interacción social que se guiaban más por la apariencia que por la personalidad. Ella era tan parecida a mi, que en algún momento dejé de ser 'Mercedes' y pasé a ser parte de "Mari y Mer". Eso, para mí, era una bendición. Pasábamos las tardes enteras jugando juntas y no había nada que pudiera separarnos.
El resto de los chicos dejaron mucho que desear. Nos trataban de "inmaduras", por nuestras conversaciones, donde primaban personajes de dibujos animados y películas infantiles. Teníamos once años, ¿de qué otra cosa podríamos hablar?
Cuando pasamos al secundario, se volvió aún peor. Un grupo de chicos más grandes nos veía pasar y siempre se reían de nosotras. "Lesbianas", "Patéticas", "Balas"... lo mejor de toda esa historia, es que a ella no le importaba. Nunca le importó que nos dijeran esas cosas, porque ella estaba muy segura de quienes éramos y cuán bien nos sentíamos paseando juntas por el patio de la escuela. Toda la vida admiré esa capacidad de dejar que las cosas malas no la afectaran más que las buenas.
En fin, a los trece años me separé de ella, porque empecé a pensar como los otros energúmenos. En la última conversación, creí haberle dicho: "No podemos seguir jugando al Rey León, ya estamos grandes...". Si ella me viera hoy, se mataría de la risa de lo que dije seis años atrás.
Como paga el que invita, en un momento me di cuenta de que esa no era yo. Mis compañeros discriminaban a diestra y siniestra, no hablaban con alguien a menos que fuera un role model adolescente y por lo general, pensaban que los chicos de escuelas públicas eran unos burritos.
Mil veces le dije a mi mamá que ya no quería estar ahí. Mil veces ella me dijo: "Terminá la escuela ahí, no les des bola..." y mil veces la ignoré. Cansada de toda la violencia verbal cuasi disimulada, en noveno grado dejé de tomar notas, dejé de hacer tareas, dejé de estudiar... y como en esta clase de instituciones no aceptan repitentes, logré deshacerme de todo ese peso. Pasé los siguientes tres años en escuelas públicas.
Más allá de todo lo que aprendí sobre jamás dejar de lado a una persona por condiciones socio económicas, es decir, totalmente triviales... me instruí aún más en cuestiones que priman en el desarrollo de un ciudadano, como ser la política y el conocimiento de los derechos.
Lo único lamentable, es que aún seguía el pensamiento absurdo acerca de las nocturnas. "Están llenas de delincuentes y vagos", decían. Yo crecí pensando eso, hasta que me tocó terminar el quinto año en una de ellas.
La Escuela para Jóvenes y Adultos "Lorenzo Miguel", no era ningún refugio para canallas y ex-convictos.
¿Saben qué? Estoy muy orgullosa de haber llegado a ese lugar y jamás voy a olvidar lo que viví ese 2011.
Conocí una mujer llamada Patricia. No se si me alcancen las palabras para explicarles esto, pero ella fue el detonante de mi filantropía.
Ella siempre repetía: "Yo soy un cero a la izquierda". En el laburo la destrataban, en su casa estaba muy desvalorizada y realmente creía que no servía para nada. Pero muchachos... una persona que pisa sus 40 y tiene el valor suficiente para enfrentarse a la ignorancia y vencerla... jamás va a ser un cero a la izquierda en ningún ámbito de la vida. Pato fue la razón por la cual decidí que nunca me iba a dar por vencida con los que tienen el corazón lleno de sueños. Ella hoy tiene su título secundario, después de mucho esfuerzo y dedicación... y me enseñó que nunca es tarde para dar un paso más. 
Me abrí también a Jackie, quien me enseñó que uno puede darlo todo por amor y nunca debe conformarse con lo que no le hace feliz. Leila, que me ayudó -con poquísimas palabras- a superar un tropezón reciente, por el cual el mundo se me venía abajo. Bren, que nunca dejó que me faltara la sonrisa cada noche de clases. Lucía, madre-leona, incansable luchadora, inspirándome aún más fuerza. Y así, cada uno de mis compañeros tenía algo importante para regalarme, aún sin saberlo.
Nunca encontré a los delincuentes. Nunca me crucé con una persona desagradable y jamás, en los nueve meses de clases, conocí a alguien que no tuviera nada para dar.
Un año me bastó para entender todo lo que jamás me había planteado. Un año me dio la fuerza mental para sentir que no hay muro indestructible, ni Ser Humano vano.

El 5 de diciembre del 2011 recibí mi diploma. No, no tuve una colación de uniforme, ni una recepción de vestido largo. No tengo fotos endiosada, ni tuve un peinado griego... pero esa noche tuvimos una pequeña celebración íntima con los maestros más apreciados de mi historia... y es algo que no cambiaría jamás. 


Hoy quiero brindar por la diversidad, por las vueltas de una vida que no se cansa de enseñarnos y por cada una de las personas que me tocó conocer para ser quien hoy soy.
La frivolidad no deja moralejas. Las princesas no tienen más final feliz que un príncipe hermoso, un castillo enorme y una multitud de sirvientes. El resto de la historia se la pasa envejeciendo sin trabajar, con la única meta de su vida ya cumplida y viviendo de las proezas de su esposo.
A nadie le importa dónde cursaste tus estudios, mientras hayas aprendido lo suficiente para valerte por vos mismo. A vos no te influye el nombre del establecimiento, sino los nombres de las personas con las que forjaste amistades.
A mi me enorgullece haber formado parte de esta experiencia, de no cerrarme a los mitos e ir por las respuestas a todas esas preguntas que pensé, estarían inconclusas de por vida.
Gracias por darme el único motivo para querer ser parte de esto. Gracias por enseñarme que el amor no se termina en uno mismo, que cada Ser Vivo tiene una propuesta para cambiar mis planes, que las oportunidades no se terminan más que cuando uno lo decide.
Gracias por hacerme una mejor persona, sin siquiera haberlo programado como parte de sus logros.

A la Cuarta Promoción de la E.S.J.A "Lorenzo Miguel", con todo el cariño que mis palabras puedan brindarles.






Cosas que suelen pasar cuando uno está vivo

El aroma de una flor, la sifonía de un amanecer, la melodía de cada ser en el Universo.
La brisa primaveral, un atardecer en el río, sentir entre tus manos la suavidad del pétalo de una rosa o el pelaje de algún animal... y el olor a césped recién cortado, quizá el cielo y el mar. Una montaña, amplias colinas, el Sol.
La Luna en una noche de invierno, pisar las hojitas secas en otoño, pedir deseos a una estrella fugaz.
Apasionarse, triunfar, amar, buscar y encontrar... sentir que formamos parte de algo enorme y disfrutarlo. Divertirse, jugar, soñar, trabajar, producir, ganar, perder... y aprender de todo ello un poco.
Recordar, olvidar, reir, llorar, caminar, cantar y bailar.
La Creación, la creatividad y la imaginación. El Arte, la Naturaleza y la Paz.
El ayer, el hoy y el mañana, como hermanos inseparables de un ciclo que se renueva cada día.
Crecer, pensar, escribir y dibujar... expresar, idear, debatir y comentar.
Hacer amigos en donde quiera que estés. Ayudarlos, perdonarlos, quererlos y siempre mantenerlos a tu lado, porque son la red que te va a sostener cuando caigas.
Tener familia, valorarla, cuidarla y amarla, porque ellos son los portadores del amor incondicional eterno. 
Aprendé de ellos y jamás olvides tus orígenes: Las raíces son lo principal para que un árbol crezca sano y fuerte. 
Amarse uno como es, porque es todo lo que uno tiene asegurado desde el nacimiento hasta la muerte.
Olvidarse de lo estético y lo físico, disfrutar lo natural y bello, por consecuente.
Nunca aparentar más de lo que uno es, porque mentirte lastima tu corazón y te recuerda que no sos tan maravilloso como decís ser. Jamás aparentar menos de lo que uno es, porque desvalorizarte destruye tu magia.


Aceptar consejos, entender por qué estamos acá, cuál es nuestra función y desarrollarla para el bien común y el propio.
Amá tu libertad y defendela con el corazón. Ser libres es primordial para disfrutar todo esto.
Planteá dudas, leé, entendé, nunca dejes que tu sabiduría se imponga límites. Debatí con todos y por todo. Nunca dejes de preguntarte, aunque creas que son tonterías.
No dejes de escuchar a los pequeños, porque no siempre los más grandes lo saben todo. La experiencia nos puede regalar mucho, pero una mente joven nos puede enseñar más de lo que pensamos. No olvides que llegamos al mundo como seres auténticos, sin ser condicionados hasta que crecemos.
Viví con los miedos contados, sin demasiadas preocupaciones, pero con la responsabilidad en su justa medida.


No te dejes llevar por lo que los demás dicen, porque ellos no viven tu vida. Nunca cambies tu esencia por otra persona y jamás intentes forzar a los demás a cambiar por capricho.
Que los malos comentarios sean a vos, como el agua al plumaje de un cisne: por más que te mojen de pies a cabeza, el peso jamás te impedirá volar.
Eliminá todo mal que tu alma hospede, aceptá besos, caricias, abrazos y cartas. 
Nunca rechaces el amor que otra persona pueda ofrecerte, porque éste -junto a la sabiduría-, forma parte del gran escudo que tolerará todos los daños que debas sufrir a lo largo de tu historia.

Viví cada etapa a su momento, lentamente y gozando cada detalle. 
Desarrollá dones, virtudes y acomodá defectos. El tiempo va a ser tu mejor aliado para lograrlo, pero es un proceso que toma toda la vida.
Nunca te limites, porque si hoy querés volar, podés hacerlo. Reconocé que el único límite para hacer lo que querés, sos vos mismo.
Si no sabés qué querés hacer, no importa...pero pensá que lo que hagas tiene que hacerte feliz, sino jamás va a valer la pena el esfuerzo.
Si creés que tu vida está arruinada, arreglala. Si creés que está perdida, luchá con dientes y uñas por recuperarla. Todo es consecuencia de tus propias decisiones. Pensalas bien, pero recordá que "errar" no es más que el paso anterior a "aprender". No se termina el mundo en un tropezón.



Amigo mío, tenemos el poder en nuestras manos. Cuando nacimos, se nos otorgó un libro en blanco y solo nosotros podemos escribir en él. Hacé que esa historia trascienda, que sea hermosa, para que cada persona nueva que conozcas quiera leerla de principio a fin y formar parte de ella.
Siempre tené presente que la felicidad que todos buscamos está adentro tuyo. Sólo tenés que aprender a iluminar al mundo con ella.


Gracias por acompañarme hoy.

En el papel

Había una vez una niña de papel, 
de viajes amenos y sueños de acuarela, 
de ojos grandes, color canela
y delicada seda vestía su piel.

Jugaba día y noche hasta hastiar, 
nadie imaginaba fatiga alguna,
era indeseable, mas oportuna,
cuando su ángel debía volar.

Brilla en su ausencia, hoy niña pura,
serán tus ojos mi guía fiel
para no olvidar ni abandonar
a la niñita de mi papel.

La prosa viste un lápiz santo,
que la mañana sea buen augurio,
que ningún sueño sea mero espurio
para mi niña empapada en llanto.

                                             Dele canción que no sea llama
                                              y dele un dulce que sea de miel,
                                               porque en su reino, de rosa dama,
                                              ya va cargando un pobre fardel

                                                 Sueña mi niña, casi inmortal,
                                                en su cama de piel de seda
                                                 y en sus ojitos color canela,
                                                 brilla el ángel ahora triunfal.  

                                                Ella no duerme sobre el laurel,
                                               con la miseria ya combatida,
                                              cuenta la historia, arrepentida,
                                               la muchachita de mi papel.

Algunas preguntas

¿Alguna vez te has preguntado si realmente sos feliz?
Yo me lo pregunto todo el tiempo. Es una linda terapia para salir en busca de las piezas que faltan.

¿Qué es la Vida? ¿Por qué aparecemos en este lugar, vivimos un tiempo y después nos vamos?
Esa es la cuestión que la Humanidad busca resolver, sin darse cuenta de que el resto de los animales la tienen bien resuelta hace mucho tiempo.
La Vida es un regalo, así de simple. Es un instante que resulta longevo, por ser la única especie que aprende despacito. El ternero nace y camina, más tarde sale a pastar. Ve el sol, ve el prado, se deleita con la imagen de los demás animales, corre, respira, crece, se reproduce... y luego muere para dejarle su cuerpo a la tierra, donde la muerte se transforma en Vida nuevamente.
Todo se maneja en base a un ciclo. Cuando algo viejo muere, algo nuevo nace.
El humano nace y aprende despacio. Aprende a caminar, a leer, a escribir, a utilizar todos y cada uno de los inventos de su especie, los recursos de la naturaleza en la que nace y la propia psiquis que se le entrega al nacer. Cuando crece, busca respuestas a las preguntas de los demás Seres Humanos y se formula propias.

Mi pregunta no es esa. La verdadera pregunta es: ¿Por qué se nos concede este regalo?
Hay que hacer algo realmente maravilloso para recibir un presente de este calibre. Y... ¿cómo es eso posible, si ni siquiera existíamos?
Bueno, ahí es donde la deuda es a largo plazo. Se nos da lo mejor que cualquier ente puede tener, pero se nos hace pagar por ello con trabajo. No hablo de horas en la oficina, sino de hacer valer la Vida como obsequio.
El trato es este: yo te doy la herramienta, vos utilizala del modo en el que puedas sacarle el mayor provecho posible.
Es por eso que nuestro instante en la Tierra no tiene que ser para penar, para errar sin sentido, para llorar sobre la leche derramada ni sentarnos a esperar que el planeta de otra vuelta más alrededor del sol.
La idea de la Vida es que uno la obtenga y la disfrute. Por disfrutar, no me refiero a bailar como locos y sonreír todo el tiempo, sino a darle el uso que corresponde:
Preguntar, observar, sentir, soñar, crear, cometer errores, aprender, crecer, explorar, valorar, amar, correr sobre la inmensidad bajo tus pies, pensando en que todo eso es tuyo para vivirlo. Es una infinidad de verbos y dudo tenerlos todos sabidos, pero cada día hay uno nuevo para interpretar.
A lo que voy es que... mientras respires, luchá por trascender. Transformá cada día en una nueva oportunidad y dale un uso al único regalo que es pura y exclusivamente tuyo hasta el momento en el que tengas que partir.

Repito, por enésima vez y sin balbucear: Vos sos lo único que tenés asegurado para siempre.

Si vivís sin arriesgarte, sin tomar tus chances, sin conquistar una porción de Humanidad, sin soñar aunque sea un sueño chiquitito... bueno, reformulá la pregunta y tratá de respondértela.
En todo aspecto de la vida, tus decisiones te van a condenar al bien o al mal. Si las cosas salen mal, es porque hubo una causa que fijó que fueran así. Es tan simple, que debería ser lo primero que se enseñe en las escuelas: "Tu bienestar depende del botón que presiones cuando se te den las opciones."

"Todo me sale mal", es la consecuencia de: "Estoy errando en los procesos y tomando decisiones que no me dejan satisfecho".

En fin, tu Vida es tuya, nadie vive por vos, nadie decide por vos, vos sos el dueño de tu pasado, presente y futuro. No dejes que nadie te diga cómo vivir, pero escuchá a los demás cuando te explican en qué punto podés llegar a estar errado. Cambiar no es forzar, cambiar es un proceso que toma todo el camino desde la cuna hasta la tumba... y nunca vamos a llegar a ser nada definido con exactitud. No busques definirte. Si sos hombre o mujer, si sos niño, adolescente, adulto o anciano, si sos alto o petiso, ¿qué importa? Eso jamás va a llegar a definir absolutamente nada.
Rasgos... rasgos sobran. Lo que realmente vale es cómo uses todo eso. Cómo elijas las opciones, cómo uses las herramientas, cómo plantees tu camino y hasta qué punto dejás que ciertos factores influyan en él.

¿Te acordás de cuando éramos chiquitos y jugábamos a atar una pierna con otra persona y caminar así? Bueno, de eso también se trata todo esto.
Si te puedo dar un solo consejo... nunca dejes de leer y escuchar a los demás. Somos una especie que debe avanzar unida y si no prestás atención a lo que los otros tienen para decir, estás retrasando los pasos y haciendo caer a tu compañero. Te aviso que si él cae, vos también... cuestiones lógicas de ataduras en piernas.

Bueno, mi querido lector, razón de cada palabra escrita en este medio... me despido agradeciéndote una vez más por tu tiempo.
No hay nada más hermoso que el hecho de que alguien decida ceder un ratito de su día para dedicárselo a un texto mío. Es una forma de dar cariño.
Acordate que yo nunca sostengo que lo que digo es una verdad absoluta, pero puede llegar a servirte para verlo con otros ojos. Así funciona esto.

Gracias, nuevamente.
Espero nos veamos en el siguiente.

Un recuerdo muy lindo

Cuando era chiquita, mi mamá le pedía a mi abuela que le leyera una misma poesía todas las noches. ¡Vaya paciencia!
En 1996, ella nos regaló a mi y mis hermanos un libro que se llama "250 poesías para niños" (editorial Atlántida), que tenía ese texto. Hoy la volvió a recitar entera y ahora se las comparto, para que la disfruten tanto como yo.



"La fiesta de Mirringa Mirronga" 
(Rafael Pombo)



Mirringa Mirronga, la gata candonga
va a dar un convite jugando escondite,
y quiere que todos los gatos y gatas
no almuercen ratones ni cenen con ratas.

"A ver mis anteojos, y pluma y tintero,
y vamos poniendo las cartas primero.
Que vengan las Fuñas y las Fanfarriñas,
y Ñoño y Marroño y Tompo y sus niñas."

"Ahora veamos qué tal la alacena.
Hay pollo y pescado, ¡la cosa está buena!
Y hay tortas y pollos y carnes sin grasa.
¡Qué amable señora la dueña de casa!"

"Venid mis michitos Mirrín y Mirrón.
Id volando al cuarto de mamá Fogón
por ocho escudillas y cuatro bandejas
que no estén rajadas, ni rotas ni viejas."

"Venid mis michitos Mirrón y Mirrín,
traed la canasta y el dindirindín,
¡y zape, al mercado! que faltan lechugas
y nabos y coles y arroz y tortuga."

"Decid a mi amita que tengo visita,
que no venga a verme, no sea que se enferme
que mañana mismo devuelvo sus platos,
que agradezco mucho y están muy baratos."

"¡Cuidado, gatitas, si el suelo me embarran
¡Que quiten el polvo, que frieguen, que barran!
¡Las flores, la mesa, la sopa!... ¡Tilín!
Ya llega la gente. ¡Jesús, qué trajín!".

Llegaron en coche ya entrada la noche
señores y damas, con muchas zalamas,
en gran uniforme, de cola y de guante,
con cuellos muy tiesos y frac elegante.

Al cerrar la puerta, Mirriña, la tuerta
en una cabriola se mordió la cola,
mas olió el tocino y dijo "¡Miau!
¡Este es un banquete de pipiripau!"

Con muy buenos modos sentáronse todos,
tomaron la sopa y alzaron la copa;
el pescado frito estaba exquisito
y el pavo sin hueso era un embeleso.

De todo les brinda Mirringa Mirronga:
– "¿Le sirvo pechuga?" – "Como usted disponga,
y yo a usted pescado, que está delicado".
– "Pues tanto le peta, no gaste etiqueta:

“Repita sin miedo". Y él dice: – "Concedo".
Mas ¡ay! que una espina se le atasca indina,
y Ñoña, la hermosa, que es habilidosa
metiéndole el fuelle le dice: "¡Resuelle!"

Mirriña, la Cuca, le golpeó en la nuca
y pasó al instante la espina del diantre,
sirvieron los postres y luego el café,
y empezó la danza bailando un minué.

Hubo vals, lanceros y polka y mazurca,
y Tompo que estaba con máxima turca,
enreda en las uñas el traje de Ñoña
y ambos van al suelo y ella se desmoña.

Maullaron de risa todos los danzantes
y siguió el jaleo más alegre que antes,
y gritó Mirringa: "¡Ya cerré la puerta!
¡Mientras no amanezca, ninguno deserta!"

Pero ¡qué desgracia! entró doña Engracia
y armó un gatuperio un poquito serio
dándoles chorizo de tío Pegadizo
para que hagan cenas con tortas ajenas.

Docentes

Estoy rodeada de futuros docentes. Les tengo un respeto enorme a esas personas.
Desde chiquitos siempre puteamos a nuestros profesores y nunca le dimos la importancia que se merecían. Si nos desaprobaban eran "viejas de mierda" y "malparidos", pero esa gente estaba construyendo nuestro mejor arsenal: la educación.
Me resultan personajes admirables por el simple hecho de atreverse a darle herramientas a alguien que realmente no tiene ningún interés en usarlas. De grandes nos avivamos que esas herramientas son lo único que tenemos para asegurarnos una vida.
De no ser por María Cristina Latorre, Carolina Alarcón, Liliana Vidal y Gabriela Monzón, probablemente todavía seguiría pensando qué quiero hacer con mi vida.
En las clases de Cristina me la pasaba dibujando. Un día, mis compañeros estaban haciendo una actividad y yo estaba dándole color a un perrito con uno de mis innumerables lápices. La vi acercarse y pensé: "Acá me reta. Voy a pasar vergüenza adelante de todos..."
Llegó a mi banco y me dijo:  "Cuando era chica, tenía una colección de lapicitos de un centímetro. Cuando se les terminaba la mina y ya no podía pintar, los guardaba así".
Más tarde me propuso que, para que se me hagan más divertidas las clases de Lengua, ilustre todo lo que escribo al final de la hoja. No recuerdo la última vez que me desagradó esa materia.

Carolina Alarcón daba clases en otra escuela, con una realidad muy diferente. Los chicos que iban ahí eran bastante desganados para todo, como si fueran a la escuela por amenaza.
Yo tenía quince años y ni un solo amigo sano. Sentía que si mi vida se terminaba ahí, iba a estar todo bien. Era una depresión típica de adolescente solitario, sumada al hecho de ver a todos mis allegados perdiendo la dirección y las ganas de vivir. "Dime con quien andas y te diré quién eres"... las influencias valen mucho.
Cristina había fallecido hacía dos años y mi voluntad de escribir estaba hecha añicos. No leí un libro durante mucho tiempo...
Pero entonces Alarcón hizo algo que nunca me voy a olvidar.
¿Viste que en la secundaria siempre te obligan a leer un libro super aburrido que terminás odiando? Bueno, ella dijo: "Elijan un libro de sus bibliotecas. No importa qué tan largo sea, no importa si es una novela o un cuento infantil... elijan uno, léanlo y hagan una reseña con lo que ese libro les dejó".
Llegué a casa enojada y agarré el primer libro que encontré... bendita la suerte que nos deja bien parados ante la desgracia.
"El caballero de la armadura oxidada", de Robert Fisher. Es básicamente un libro de autoayuda, escondido en la historia de un caballero que aprende a vivir con amor, alegría y humildad.
¿Por qué, profesora? ¿Por qué ese fue el primer libro que vi? ¿Por qué justo en el momento en el que no pretendía nada de mi misma ni de los demás?
Nunca lo sabré. La cuestión es que mi reporte fue el primer texto con autocrítica que escribí en mi vida. Ese libro salvó mi capacidad de maravilla infantil. Ese libro me devolvió la luz a los ojitos que querían sentir que eran fríos y aburridos. Fisher me dio, en poquitos capítulos, la razón más grande para vivir.

El tema con Liliana Vidal fue más simple. Yo aún no tenía en claro mi camino, pero ella me dejó dos libros importantes:
"Cruzar la noche", de Alicia Barberis. Habla sobre la travesía de una chica por recuperar su identidad luego de la dictadura del '76.
"La bella jardinera", de Antonia Michaelis. Esta historia trata sobre una mujer en un cuadro de Max Ernst que se escapa del mismo... y la osadía de un personaje por devolverla a su lugar.
La imaginación volvió a florecer con este segundo. Recomendadísimo.

Con Gabriela Monzón terminé de definir mi camino. Esa mujer tiene más pasión por la Literatura, que cualquier otro ser humano que haya conocido en mi vida.
Nos hizo armar una biblioteca común con libros de cada uno... pero lo mejor eran los que ella traía. En un mes leí ocho libros. Me fascinó. Ya no pude parar de leer.
Su pasión y energía se transmitieron. Supe que si quería algo para mi vida, iba a estar entre esos amigos de papel y la puesta en manifiesto de la imaginación en su más puro estado.

Gracias a estas cuatro mujeres, yo tengo las herramientas necesarias para seguir aprendiendo y creciendo en este ámbito.
Gracias a todos los docentes del mundo, de jardines, primarias, secundarias, nocturnas, universitarios, especiales y particulares.
Gracias por legarnos las armas para nunca perder el camino.

La calma, la tormenta y el cultivo

¿Nunca sentiste esas inconmensurables ganas de decir "todo estaba bien hasta que llegaste vos"? Sentís que todo se va a ir irremediablemente al carajo si convertís esa llegada en una bienvenida...
Hay estadías que son ingratas y aún así nos hacen sentir el morbo de la tentación que provoca el rechazo. Es un quilombo de sentimientos encontrados, no le des bola.
Tenés ese pequeño y gravemente controversial deseo de tirar todo a la mierda y entregarte a un instante de vuelo... aún sabiendo que nadie te dio alas y esto ni siquiera es una práctica... es la vida real. Antes de que te des cuenta, ya estás con la cara desfigurada y un montón de curiosos mirándote agonizar. (A la mierda que me puse fúnebre).
En la vida no hay un "Check Point", no tenés "respawn"... tomás una mala decisión y la pagás, así de simple. Acá no hay una carta que te salve el mazo, no hay una esfera brillante que te de una vida más. Lo arruinás con alguien y la marca queda.
Por supuesto que existe el perdón, nadie contradice... pero un "perdoname" no sana el daño moral. No, lamentablemente esa palabra no cura. Si encontráramos útil que ciertas palabras curan, no existirían guerras de ningún tipo.
Hay que ser prácticos. "Jugá bien las fichas, porque tenés pocas", me dijo alguien en medio de una batalla final. La perdí... perdí la batalla, la guerra, las fichas y las ganas de ser práctica. Más tarde me encontraba metiendo fichas en cualquier Flipper y sacando cupones intercambiables por puñales.
A esta altura del partido me pudrió ese juego. Ya recolecté suficientes puñales para ponerme un local de cuchillería fina y llenar el bolsillo de cuentos sin moraleja.
No todo lo que brilla es oro. Como buen cuervo, debería haber aprendido que picotear en campos de luciérnagas y salir al vuelo sin haber limpiado las alas, es sinónimo de estupidez y falsa ilusión.
Como bien sabemos, las ilusiones engañosas atacan a los más despistados. ¿En qué momento me convertí en una despistada? ¿Cuándo fue el día en el que decidí dejar de apostar fuerte?
Hace meses que no tengo uno de esos arranques apasionados de emprender algo... hace meses que siento que mi misión de trascender está en un "stand by" constante.
Nací con la terrible afición del hacer y hoy estoy sentada detrás de un monitor. Lo único que me salva de estar en blanco, es este texto que estoy dando a luz con atisbos de energía de lo que solía ser un huracán.
Siempre jugué para el equipo de los que estaban haciendo algo por cambiar lo que estaba mal. Ahora es como si hubiera perdido el juicio sobre el bien y el mal.
Charly sabía que quería cantar, Borges supo que quería escribir... todo parece simple cuando uno tiene en claro lo que quiere hacer, pero... ¿cuántas lagunas tuvieron que superar ellos para saberlo?
No se a dónde apunto, pero quiero que sea alto. No se a dónde voy, pero quiero que sea cómodo y seguro.
No se si estoy haciendo las cosas por mí... o por lo que todos esperan de mí. Esa es la confusión más triste que alguien puede tener.
Lo único que entiendo es que me gusta esconder pedacitos de mí entre palabras, que esto me relaja... que hay millones de personas en el mundo sintiendo lo mismo que yo y eso me hace sentir más humana.

¿Sabés que pasa? Desconozco mi potencial, pero se que me ha traido buenas recompensas cuando lo he sabido usar. Todo se basa en voluntad.
No es egolatría ni vanidad, menos que menos, pero siento -y reconozco que ya lo he dicho- que uno puede hacer cualquier cosa que se proponga, en tanto esté a su alcance... y si no se escatima ese "alcance", entonces es mucho ... y mucho no es poco... y poco es más que nada.
A veces me analizo sobre la marcha y nunca borro lo que escribo si siento que el texto puede tener un giro. Es necesario expresar primero lo que está mal e ir corrigiéndolo a medida que escribo. Como una charla con un amigo que te hace cambiar de parecer, pero con uno mismo.

Estoy en blanco porque sigo apostando fichas a esos Flippers que me tiran cupones inútiles. Basta de cuentos sin moraleja. Basta de volar sin práctica...
Espontaneidad no es entrar sin golpear a la casa de un desconocido. Espontaneidad es el resultado de acumular herramientas para usarlas en el momento en el que sean necesarias.
Basta de hacer las cosas mal por darle un cuentagotas al reloj.

Gracias, querido lector, por haber compartido conmigo otra aventura escrita.
Si te sirviera en lo más mínimo, entendelo como el regalo más preciado que este texto y yo pudimos haber recibido en la vida.

Espacio Anecdótico

Me di este espacio y lo bauticé "Espacio Anecdótico". Lo voy a inaugurar contando una memoria algo divertida, por la cual permito ser gastada por el resto de mi vida.

Octubre del 2010:
Estaba de novia hacía algunos meses y un día tuvimos una pelea bastante boludona. Algo de impuntualidades o relativo a eso. Agarré un mazo de cartas de Poker y saqué las 13 de Corazones.
Caminé hasta su casa y en la puerta pegué el As, junto a una nota que daba la ubicación de la segunda... como el juego de las pistas.
Lo llamé y le di las indicaciones -sin detallar demasiado- cuando terminé de colocar todas las pistas.
Y así, el camino que va desde su casa hasta la mía, estaba repleto de cartas. Cada carta tenía adherida la ubicación de la siguiente. Siempre en lugares ocultos (buzones de energía, cabinas telefónicas, picaportes de locales clausurados, etc), para que la gente no pudiera sacarlas y arruinar el juego.
En la carta correspondiente a la Reina, la nota adherida decía: "Cuando tengas las doce en manos, respirá hondo, recordá lo que hizo que te enamoraras de mi y caminá hasta la puerta de casa".
Lo esperé ahí, le di la última carta con una notita que decía: "Decimelo".
Él me miró, esperó unos minutos, sonrió y me dijo: "Porque estás completamente loca y nunca parás de sorprenderme".



El faro de Lucas Ferrere

No se en qué momento decidí venir a este lugar, pero junté mis cosas y me marché.
El faro estaba disponible para que cualquier persona lo cuidara durante un período de seis meses. Era increíble, la vista no se comparaba con nada de lo que había visto antes. Tenía una mujer (Serena Colignon) que venía los fines de semana a limpiar la casa y un señor (Salvatore Degenaro) que aparecía cada quincena para revisar que la luz del faro anduviera bien.
La paz me inundaba por completo. Todo iba a la perfección.
Fue un fin de semana de abril. Serena no había aparecido y a eso de las tres de la tarde del viernes, una chica tocó a mi puerta.
- Bonjour. Je suis Marcella Boucher.
- Excusez-moi, je ne parlent pas français.
- Oh, mil disculpas señor Ferrere.- dijo la muchacha, algo avergonzada.
- Lucas, por favor, llámeme Lucas. 
- Lucas, vengo a suplir a la señora Colignon en la limpieza. Ella está muy enferma.
La dejé pasar  y la observé durante las siguientes dos horas. Marcella era hermosa, el pelo azabache le acariciaba la espalda mientras limpiaba los ventanales de mi hogar. Unos ojos color esmeralda me increpaban cada vez que sentían que fijaba la mirada en su figura. Agraciada, con movimientos casi angelicales. Me tenía estúpido.
Durante los siguientes meses de mi estadía, esperaba el fin de semana con ansias, sabiendo que cada uno de ellos era una nueva posibilidad de rendir a Marcella a mis pies, de poseerla, de robarle al día las horas sagradas del amor... de empezar a vivir a su lado.
"¿Qué me pasa?, no hace más de un mes que la conozco y ya planeo mi vida con ella", pensé una mañana, mientras tendía mi cama. Se sentía realmente bien.


Fue en junio que el señor Degenaro me pidió que lo acompañara a ver la luz del faro. Él ya estaba viejo y temía subir las escaleras solo.
Mientras cambiaba un cable estropeado en el circuito del reflector, Salvatore me contó sobre sus hijos. Tenía un adolescente de dieciocho años algo rebelde, pero bien educado. Luego estaba Miranda, una joven de veintitres y por último, ese hijo mayor que se había ido de casa hace un tiempo. No hablaba mucho de él, pero por la tristeza en su mirada, supe que lo amaba con la intensidad de la mismísima luz de mi faro.
- En fin, mi pobre pichón voló del nido demasiado temprano. Su madre y yo aún esperamos su regreso.- Dijo él, dándome una palmada en el hombro.
Cuando bajamos, descubrimos que Marcella no estaba en la casa. Recorrimos los alrededores y tampoco la hallamos. 
El corazón se agolpaba y parecía mil. Mil corazones latiendo en el mismo pecho, asustados, rompiendo su caparazón de tejidos, de carne, arremetiendo contra mi tranquilidad.
Salvatore me miró y sonrió. "Hijo mío, ¡estás reaccionando!", dijo él. "¿Reaccionando a qué? ¿Dónde está Marcella?", le grite. En ese mismo instante, todo se detuvo. La vi, en el medio de la enorme masa de agua, flotando suavemente, empujada por las olas.
Dejé al señor Degenaro en ese lugar, me quité los zapatos y comencé a nadar. Nadé y nadé... y el corazón ahora era millones. Continué nadando y justo cuando estaba tomando la mano de Marcella... todo desapareció.

Un techo blanco. Salvatore y la señora Colignon sostenían mis manos y lloraban a un lado de la cama.
- ¿Qué pasó? ¿Marcella está bien? ¿Me ahogué? - Estaba tan confundido...
Los dos me miraron y se hizo luz en sus rostros. 
- Mi amor, hijito amado. ¡Está despierto, doctor!, ¡está despierto, mi hijito está vivo! - Gritaba Serena Colignon.
No lo comprendo. ¿Por qué Serena me llama "hijo"?, ¿por qué Salvatore lo hizo hace un momento? ¿Qué pasó con Marcella?
Un médico ingresó al cuarto. Me tocó la frente, el brazo derecho, revisó unas máquinas ruidosas ubicadas al otro lado de la cama y les pidio a los ancianos que dejaran la habitación. 
- Lucas, ¿cómo está?
- Bien, pero no entiendo nada. ¿Dónde está Marcella?
- Su mujer está bien, Lucas, está en su casa. La mandé a casa anoche, llevaba más de tres meses en el hospital. Me dijo que no se podía separar de usted, pero ya era demasiado.
- ¿Mi mujer? No, estás equivocado, Marcella es la chica, la francesa que limpia el faro. Doctor, ¿qué pasó en el mar?
El hombre me miró extrañado unos segundos, pero luego comprendió.
- Lucas, no hubo un faro ni un mar...
- ¿Qué pasó, doctor? - Las lágrimas me quemaban las mejillas.
- Usted y su mujer estaban en el colectivo que volcó hace tres meses en la ruta 11. Ella sufrió lesiones leves, en tanto a su salud, señor Ferrere, no tuvimos tanta suerte.
- Pero entonces... Serena y Salvatore...
- Las personas que estaban en la habitación eran Martín y Alicia Ferrere, sus padres. 


El faro se veía tan real. Ahora entiendo por qué Salvatore nunca hablaba de ese hijo que se había ido de casa, por qué estaba tan perdido en los ojos de Marcella sin haberla conocido. Ahora entiendo que el faro fue lo que me mantuvo vivo en mi viaje, hasta regresar a casa. Estoy en casa... y este sí que es un paisaje que no se compara a nada de lo que había visto antes.

¿Nunca te pasó...?

Estás en un lugar con tus amigos. Los ves reir, los ves tan unidos, tan llenos de vida, regalándose por completo al brillo que los empieza a bañar. Es ese el instante en el que jurás que te enfrentarías vos solo a un ejército entero con tal de verlos felices. Nacen las ganas de decirles: "Los quiero con cada fibra de mi ser" y abrazarlos... pero no. No da, porque sino se pierde ese pedacito de magia y nace uno totalmente diferente.
Por ahí te ponés a pensar en ellos y recordás alguna broma, alguna anécdota, cualquier cosa... y ese tigre de alegría te raja el pecho. ¿Nunca te pasó?
¿Nunca te pasó que el mundo se empieza a amoldar a esa canción que estás escuchando? Cuando todo parece coordinar con el ritmo, cuando un pajarito sale de su nido justo en ese arpegio de guitarra y una nube descubre el sol ahí, cuando los platillos abren un estribillo lleno de pasión.
¿Nunca te pasó que te arde la vida en el pecho? Que te sentás en el colectivo, la noche te cubre con su manto oscuro y todo propicia un buen sueño.
¿Nunca te pasó que te queman las palabras en la boca? Que lo mirás desde lejos y pensás en lo hermoso que sería acercarte un día y decirle todo lo que tenés pensado, todo eso que te sale cuando estás solo y generás pequeñas charlas imaginarias... así, como en un libro, como en una película.
Y te ves corriendo en un campo regado de verde, un par de rayitos de sol tímidos que se cuelan entre las hojas de algún árbol, y vos ignorás todo lo demás... ya nada importa, porque sos libre y estás feliz.
¿Nunca te pasó que te desgarra por dentro lo prohibido? Cuando sabés que no debés, pero la tentación es más fuerte y por un segundo pensás que lo más adecuado es dejar todo y correr... dejar todo y decirle lo que sentís... dejar todo y... simplemente hacerlo.
¿Nunca te pasó que la confusión tomó una nota de pasión y las cosas se volvieron más interesantes en el nudo de tu historia? ¿Nunca te pasó que te emocionaste al saber que vos la escribís, que nadie más puede intervenir en ella si vos no lo dejás? ¿Nunca sentiste ese control total de lo bueno, de lo increíblemente genial?
¿Nunca te pasó que tuviste ganas de romper todo? Que el llanto te cierra la puerta con llave y querés salir... que las lágrimas limpian lo que solía estar arruinado, pero aún así sentís que todo fue en vano.
¿Nunca te pasó que tenés terror de...? No, simplemente terror. Terror de perder a alguien que querés, terror de que las cosas no salgan como las esperabas, de que algo desafortunadamente inesperado te quite... te quite algo, te quite a alguien...
¿Nunca te pasó que un error del pasado hoy te resulta una nimiedad? Bueno, así será con todos y cada uno de tus problemas. Hoy son el mundo, mañana solo una pequeña porción de memoria.
¿Nunca te pasó que te mirás al espejo... y recordás? Cómo eras de chico, cómo fue tu juventud, quiénes estaban a tu lado en esos años que hoy parecen tan lejanos... en un claro de alguna parte de tu mente.
¿Nunca te pasó que filosofás con vos mismo y te das cuenta de que no te alcanzarían las palabras para explicarle a los demás lo que pensaste? Aún así sigue siendo tan verídico como personal. Los orígenes, el desarrollo, ¿por qué? ... y vos lo entendés perfecto, pero cuando lo plasmás en una oración, resulta que... no. No te entendimos. Pero eso es porque nosotros no te escuchamos bien.
¿Entendés que todos los seres humanos tienen un plan y que cualquiera de estos planes puede cambiar el tuyo sin que te des cuenta? Aún así, ese seguiría siendo tu plan original... verte afectado por los demás.
Es lo que más me gusta de estar viva. Verme afectada por los millones que están allá afuera. Cambiame el plan, hacelo más interesante, más lindo, más feo, más... como vos quieras. No importa si nos ayuda a crecer o no, solo por el hecho de vivirlo... cambiá mis planes. Nada está asegurado, excepto nosotros mismos.
¿Nunca te pasó...?

No respondas, han sido preguntas retóricas. Te pasa, me pasa, nos pasa. Significa nada más y nada menos que nuestra más pura esencia humana.
Si mis palabras pudieran abrazarte, desearía que tus ojos le den la noticia al alma.