Esto insoportable

Eran las dos de la mañana y no iba ni siquiera por la primera parte. Estaba escribiendo alguna tontería sobre naves espaciales y animales antropomórficos salvando un planeta que no existe en una galaxia que no existe, pero pará, porque en mi cabeza existe todo.
Tuve que frenarme unos minutos a plantearme si realmente estoy haciendo las cosas bien. Digo, escribiendo todas estas cosas sobre cuestiones que cualquier adulto catalogaría como "estúpidas". Después me acordé que yo nunca escribí para adultos. Toda mi vida he perseguido la idea de que escribir es para locos y los que leen, algo de niños tienen que tener. Si no, es imposible disfrutar la lectura. La imaginación es algo fundamental.

Es un poco jugar a los legos con palabras. Lo lindo es que vos decidís qué es lo que pasa, cuándo, dónde, por qué, para qué. Sos el cronista de tu propia creación y es absolutamente bizarro. Arranca en la cabeza como una idea milenaria, algo que lleva ahí desde mucho antes de que tu propia vida empezara siquiera, desde mucho antes de que fueras creado.
Es increíblemente paradójico. Sos vos, creando y recreando, destruyendo, acomodando, poniendo, sacando y extrañando. Es como una súplica desesperada por frenar un montón de pensamientos que te van más rápido que las manos, que la mente, que la boca. Duele un poco en la cabeza, otro poco en las manos, otro poco en la voz. Duele en todos lados, porque sabés que no podés correrte a vos mismo, que ese vos va más rápido que este vos... adjetivos y verbos, con adverbios y sustantivos con oraciones bimembres, unimembres, textos, párrafos, diptongos, triptongos, dolor de cabeza, encabalgamientos, haikus, poesías, coyunturas, la historia, dolor en los dedos, la ansiedad, los nervios, la presión en la boca del estómago, más verbos, más adverbios, más sustantivos propios, colectivos, comunes, pronombres, conjunciones, preposiciones, proposiciones, dolor en la voz, el grito, la maravilla, ¡eureka!, onomatopeya... BASTA.

Y de repente, la razón. ¿Por qué estoy haciendo todo esto? ¿Por qué estoy feliz si duele tanto? ¿Por qué estoy tan enamorada de esta sensación de contar? Y yo no entiendo, pero creo que hay cosas que no demandan ser entendidas para ser disfrutadas.

En cada mayúscula empecé yo. En cada coma, descansé. En cada guión hablé y en cada signo de pregunta tuve una duda. Grité entre signos de exclamación y en cada punto final, terminé yo. Toda yo.
Así soy feliz.

La primera quincena

Duarte estaba recostado sobre su silla, con los pies sobre el escritorio. Estaba limpiando un rifle con un trapo viejo. Se percató de mi presencia cuando dejé caer accidentalmente uno de los libros de su biblioteca.
No se molestó en saludar. Los saludos estaban implícitos en cada uno de nuestros encuentros. Era un tipo práctico y un excelente economista de las costumbres.

- Winchester 1873, cuatro kilos, 75 cm de cañón. 
Levantó la mirada, sonrió con picardía y me señaló algo en la culata del arma.
- Mire acá, Rousseau. Preste atención a este detalle.
Había un raspón en la madera, salpicado con un poco de sangre.
- ¿Sabe, Rousseau? Esta carabina no se usó en más de sesenta años. Al asesino lo encontraron porque se pegó un culatazo en la nariz cuando disparó. Un novato. Quiso hacer mirilla, se la apoyó en la cara y ¡pum!, adiós tabique. 
- ¿Lo descubrieron buscando alguien con el tabique quebrado?
- Fue una casualidad, analizaron la muestra de sangre e hicieron algunas deducciones.
- ¿De qué tipo?
- La altura del asesino, la distancia y dirección recorrida por la bala, todos los parámetros físicos que descartan sospechosos habitualmente. El mayor error de la división hasta el día de hoy.
- Supongo que si está observando con tanto anhelo el rifle, debe tener alguna idea.
- Alguna, si...
Apuntó el rifle hacia mí y por un segundo sentí un pánico casi instintivo. El mismo instinto que me hizo levantar los brazos.
Apoyó el arma en su cara, recreando la hipótesis del comisario a cargo. 
- Duarte, creo que sería conveniente que bajara el arma.- Dijo Messeur, mientras entraba al estudio con una bandeja con tres tazas de café.
- Mis disculpas, colega, me he perdido en ideas. De todas maneras está descargada, según dijo el comisario.
Duarte abre el cañón para descubrir que efectivamente el arma siempre estuvo descargada. A decir verdad, dio un salto de su silla al descubrir que no había ninguna señal de que la Winchester 1873 haya sido disparada hace menos de sesenta años.
No había marcas, raspones, olor a pólvora. No había nada. El rifle estaba como de colección.




La vida no es como la esperabas

Estamos acá, quince años después.
A veces la vida hace planes en silencio.
Algunos buscamos sueños inalcanzables,
otros quizá sueñen chico, pero consigan rápido...
pero nunca, jamás, la vida es como la esperabas.

Y te pasó la primavera
y te diste cuenta que algo andaba mal.
Ya nada importa demasiado
Porque ahora hay algo más en qué pensar...
¿Sabés? Así se siente bien.
Pero como siempre, amor, la vida no es como la esperabas.

¿Dónde habrán quedado las viejas sonrisas?
¿Importará ahora que tenemos las nuevas?
En la historia no hay vacío sin reparo,
Quizá si permitis que nada te sorprenda
le quitarías lo mejor a la vida
que nunca, pero nunca nunca, resulta como la esperabas.

No se cómo se hace
A decir verdad, es la primera vez
y la primera vez siempre es torpe,
siempre está llena de errores, llena de miedos,
pero al menos tenemos algo que nadie nos quita
y es que jamás sabremos qué esperar de la vida.

Si esto no va a ser como lo esperamos,
mejor no esperemos cosa alguna.
Pongámonos felices, pongámonos tristes,
pongámonos zapatos de fiesta para tu casamiento...
Pero por favor, nunca nos pongamos a resolver qué nos prepara la vida
ni disfrazándolo de "destino", ni de "futuro" ni de "plan".

Yo solo se que la vida no es jamás como uno la espera,
porque es más misteriosa que coqueta,
pero más juguetona que profunda,
porque si quisiera que sepamos qué nos preparó,
ya no organizaría más fiestas sorpresa.

Vos y yo tenemos que hablar

Hay algunas cosas que quizá debas recordar en todo momento, sobre todo ahora que decidiste volver a desafiarte.
En primer lugar, mantené los ojos en el camino, no en la meta. Proponete pequeños objetivos y disfrutalos. No pienses en recibirte y ser una gran profesional, pensá en las cosas que vas a aprender y las que ya sabés. Eso te va a facilitar abrir la cabeza y dudar aún más.
Nunca caigas antes de saber si podés arreglar el motor y seguir volando. Vas a errar mil veces y mil veces te vas a sentir mal. No dejes que te separe de la aventura.

Una cosa muy importante: nadie nace sabiendo y es normal que en tu primer día, tu primer mes y hasta tu primer año, no entiendas del todo bien lo que está pasando en la voz del profesor o en el pizarrón.
No determines que algo no es para vos solo porque no sabés resolver ejercicios o analizar oraciones. A decir verdad, nadie lo sabe realmente al principio.
No determines que algo no es para vos solo porque contiene una o dos materias, quizás más, en las que pensás que no sos bueno o jamás vas a aprobar: todo se aprende y a eso viniste, a aprender.
Sobre todas las cosas: no determines que algo no es para vos sin antes conocerlo bien. Quizá hoy no sea tan emocionante, pero luego resulta ser una gran aventura.

Tené paciencia. Es un ámbito donde hay otras personas, muchas veces totales desconocidos. Todos sabemos que donde hay muchas personas, también hay malos, buenos, tontos y genios.
Acercate. Nadie logra una carrera solo, dependemos de nuestros compañeros y colegas para complementarnos con ellos, con lo que saben, con sus ideas, con nuestras ideas... te sorprenderá conocer lo fácil que se hace el camino con alguien a tu lado cortando la maleza y moviendo rocas. Ayudá también a cortar la maleza, siempre aportá al que te aporta. Solo así se aprende.

Nunca tengas miedo ni vergüenza de preguntar lo que no sabés. Algunos se van a reír, pero considerá que no estás ahí para ser el más copado de la clase, sino para saber, para querer saber. La única forma de saber, es preguntarse a uno mismo para luego preguntar a los demás.
Tampoco tengas miedo de pedir ayuda. Si la necesitás, no lo dudes y si no la necesitás, mirá dos veces hasta estar seguro.

No viniste a ser mejor que nadie, no viniste a competir. Dejalo para otros ámbitos. Acá viniste a ser la mejor persona que podés ser, pero para vos misma.
Es obvio que algunos de tus compañeros se las van a saber todas y te van a hacer sentir un turco en la neblina, pero acordate que ellos ya lo aprendieron... y pronto vos también vas a saber lo que ellos saben, para poder desempeñarte mejor en lo que te gusta.

Esto es una elección, podías elegir otra cosa, pero decidiste estar acá y no te vas a ir sin hacer lo que venías a hacer. Si no, se convertiría en un intento fallido por falta de voluntad y quizá, manteniendo tu voluntad, podrías descubrir que esto en realidad es lo mejor que te pudo haber pasado, ¿estoy en lo cierto?
Nunca sabemos cómo va a ser hasta que no lo intentemos... e intentarlo requiere voluntad.

Hoy sos tu propia motivación, tu propio timón y motor. Nadie puede decirte qué hacer, pero muchos pueden darte las pautas para que tengas un poco más en claro lo que necesitás.

Por sobre todas las cosas: no te rindas. No mires atrás, no te conformes, no te desilusiones. Si sentís que te estás por desilusionar, cambiá de ilusión, pero siempre mantenete en pos de conseguir tu propia felicidad, tu propia grandeza, tu propio éxito. Para vos, por vos y también para el bien común.

El mapa

Íbamos a tercer grado y yo todavía era demasiado desordenada. La maestra de primero ya me había dicho: "Si abro tu mochila, ¿me saldrá una rata de ahí?". 
Tenía razón la muy bicha. En mi mochila se podía encontrar cualquier cosa.

Falté un día a clases y justo era esa clase en la que explican lo que van a tomar en el examen. Era de Geografía.
La maestra le dijo a la "más inteligente" (si, porque los adultos nos hacían competir y nos daban calificativos de acuerdo a nuestro desempeño) que me prestara el mapa que ya estaba pintado con las delimitaciones de algo... no se si eran tribus de aborígenes o algo por el estilo. Tenía que copiarlo.
Agarré el mapa, lo guardé y más tarde lo copié en uno en blanco. 
Creo que pasaron dos días. La nena no me pidió el mapa personalmente, ni siquiera me dijo "che, devolveme ese papel de mierda que es mio". Nada, ni un poquito de comunicación.
Por el contrario, fue con la maestra (la que era medio forra y nos calificaba según nuestra "inteligencia") y le dijo que yo no le había devuelto el mapa. 
Adelante de toda la clase, la maldita gritó en cantito: "Mmmmmeerrrcedeeees ¿dónde está el maaapaaa?". Todos los nenes me miraron.
De los nervios, saqué la carpeta y empecé a darle vuelta a las hojas rápido, mientras la tipa seguía diciéndome cosas. Cosas como "eso te pasa por desordenada"... si, yo era desordenada, pero justo a ese papel lo tenía ordenado en la carpeta.
Me iba poniendo más y más nerviosa y creo que pasé por arriba el mapa unas quince veces. Empecé a llorar y le dije que no lo encontraba. 
La nena me odió. Como se odian las nenas. Eso de "los nenes con los nenes, las nenas con las nenas" no funciona, las nenas simplemente compiten. Pero no compiten porque nacen competitivas, compiten porque los adultos son muy imbéciles y las hacen competir. Como mi maestra de tercer grado.

Creo que se rieron de mí. A mi no me importaba la risa, me importaba haber roto el compromiso de "prestame, lo copio y lo devuelvo". 
En el recreo lo encontré y lo devolví. La piba nunca me dejó de mirar con odio.

Yo me embronqué con quien no debía. En realidad tenía que tenerle odio a la maestra, que nos hacía pelearnos entre nosotros. Ella pudo haber hecho de medio entre la nena y yo. Pudo haber esperado al recreo y decírmelo en voz baja, sin que nadie lo supiera. Pero no, ella quería que todos supieran.
Me enojé con la nena y me junté con mis amigas. Una de mis amiguitas era medio hija de puta (con perdón de la palabra), y me dijo que lo mejor era llenarle de bichos la mochila durante el recreo del día siguiente. 
Con el enojo que tenía, me parecía una idea genial, pero era muy inocente y se lo conté a mi mamá.  

Mi vieja a veces es re racional.
Lo único que me dijo fue: "Me parece una idea horrible. Por más que ella no te haya pedido el mapa personalmente, tendrías que haberte acordado vos primero e ir a llevárselo. Y si alguien te hace mal, ignoralo, no le des venganza. La venganza es para personas malas. ¿Vos querés ser mala?"

Obviamente, yo no quería ser mala. Me olvidé de todo. 

Amo esa enseñanza. Es la mejor de todas las que tengo. 
Si escribieran un manual de la vida, quisiera que esa fuera la primera enseñanza.
Desde ese día, las personas que me hacen mal son ignoradas. 
¿Saben qué? Ayer le dije a mi vieja: "Que bien, ya no hay nadie que me haga mal".

A veces me la olvido, pero siempre hay que tenerla presente.
Chasgracias por leer!

Yo se lo que quiero, pero no se cómo se hace

Pero yo me la complico.
A veces quiero juntar el agua y el aceite, habiendo tantas otras cosas por probar.
A veces me gustaría tener una familia enorme que se junte un 24 a la noche a cenar, cagarse de risa, escuchar anécdotas... llena de tíos gritones que son verdaderamente graciosos, primos adolescentes con cara de culo esperando la hora para irse con sus amigos a tomar algo, primos chicos molestando con las campanitas del árbol y pidiendo Coca-Cola antes de la cena y algún que otro bebé nuevo siendo el motivo de "aaawwws" de todos... pero mi familia está descocida y emparchada.
Me gustaría querer bañarme tres horas antes de la cena, ponerme mi mejor ropa e ir a ayudar a cocinar... verlos a todos bien vestidos también. Pero no. Hace varias navidades ceno en ropa de entre casa y los veo a ellos también, de la misma manera. ¿Para qué? No tenemos nadie a quién hacer sentir que es una noche casi de gala, en la que debe ser todo mágico, dorado, con un ángel especial.

El 24 somos los mismos cuatro, apenas hablamos y por lo general miramos recitales de quién sabe qué año en Crónica. A las 12 ponemos alguna bebida en copas y brindamos por nada, mientras miramos por el balcón cómo cada año la Navidad se vuelve más silenciosa.

Una bosta. Capaz que más o menos linda, porque de última somos los mismos cuatro de todos los días del año y a veces uno se siente medianamente acompañado en el desahuciado sentimiento de que sea una noche especial.
La Navidad, para mí, es un día más en el año... cuando hace algunos años atrás supo ser algo verdaderamente hermoso.

Capaz que es el hecho de haberle dado mucha importancia. Capaz que si mis tíos no hubieran tenido tan poco amor como para no aceptar a una pareja que no está casada o para acompañar a este pedacito de familia en su momento más triste, cuando más los necesitó... si ellos no hubieran sido tan imbéciles (y perdón por la honestidad bruta), yo podría tener mi egoísta sueño de la familia enorme, llena de primos, nuevos bebés y tíos graciosos.

No es un desesperado intento de nada, me estoy resignando. Estoy resignada hace años... pero es una resignación ingenua que no quiere ser. El año pasado me quedé pensando toda la noche cómo podría ser que me doliera tanto ver mi egoísta deseo cumplido en la familia de algún amigo, en cuya casa nos juntamos para salir después a hacer alguna otra cosa.

Era doloroso, porque soy egoísta. Era ver todo lo que yo soñaba tener bajo mi techo. Ahí estaba el tío gritón, a unos metros -aislados de todos-, dos primos adolescentes con cara de culo mirando sus celulares... en el piso, vagamente aprendiendo a caminar, el bebé más reciente de la familia y por allá, ya sentados en la mesa, dos hermanos, cómplices de travesuras cuando niños, ahora hablando sobre sus vidas.

Oh, la tradición. La estúpida y enferma tradición que hace que una pobre imbécil como yo desee todo aquello que para otros es tradición. Odio mi tradición. Tres caras, una mesa, el televisor prendido y un brindis por nada a las doce.
Agradezco tener qué poner en la mesa, pero sigo  deseando que -además de comida-, haya un puñado de personas alegres. Personas que realmente quieran estar allí. Personas que no hayan sido imbéciles, que no hayan tenido poco amor.

Sigue doliendo. Tantos años de lo mismo y sigue doliendo. Hay que ser boludo para no acostumbrarse a que quizá, después de tantísimo tiempo, esto sea ya la realidad y hay que aceptarla como viene.
Así que bueno, quizá con entrenamiento y aceptación, la Navidad al fin sea una noche más en el año y no un par de sobrevaloradas horas en el año.

Por ahora, seguiré envidiando al que va a animar a los primos adolescentes con cara de culo, al que se le duerme el abuelo en la punta de la mesa como a la 1... al que escucha al tío gritón y se le escapa un "awww" con el bebé nuevo.

Si tenés todo eso, el 24 a la noche pensá en los pobres boludos que no lo tenemos y disfrutalo mucho. Yo estaré pensando en alguien que ni siquiera tenga esto que tengo yo e intentaré convertirlo en algo especial


Felices fiestas.

Algo que (quizás) nunca le conté a nadie

Todos los días me levanto temprano a estudiar. Se que algunos de ustedes lo hacen. 
No estudio simplemente por hacer algo. No estudio para que mis viejos, en las reuniones de amigos, den los logros de sus hijos en un catálogo de estrellitas doradas.
Estudio porque recién hoy, a mis viente años, me di cuenta de la importancia de tener una oportunidad de estudiar.

Cuando éramos chicos, todas las Navidades mamá nos decía: "No le pidan algo al Niñito Jesús, escriban en la carta 'lo que puedas traerme', así, si el Niñito se queda con poca plata, ustedes igual van a tener un regalito y no se van a sentir tristes de que no les pudo traer lo que querían". 
Durante doce de mis veinte años, escribí la misma carta: "Querido Niñito Jesús: traeme lo que vos puedas. Te quiero. Merce.". Durante doce de mis veinte años, tuve cosas muy lindas cada Navidad. No era el hecho de qué tan novedoso sea ese relojito, de qué tan lindo sea ese pony, de cuántos muñequitos me traía... era el hecho de que no esperaba algo en concreto, sino que cada Navidad ese personaje ficticio me traía una sorpresa, que para mí era genial. 

Mi viejo no tuvo la chance de estudiar. Creo que no llegó a completar la secundaria. Eso no hace que yo deje de estar orgullosa de él, pero habla de muchas cosas. Entre ellas, de todos esos regalos que les hubiera gustado darles a sus hijos en cada Navidad. Regalos específicos, no "lo que pueda traerles". 
Muchas veces me mimaba. Una vez me compró una bicicleta, a los quince me regaló un bajo y a los diecisiete me compró una guitarra. 
Cuando cumplí quince, no le pedí hacer una fiesta porque más o menos iba entendiendo el valor de la plata. Una fiesta, una noche de diversión... no se comparaba con un instrumento que me ayudaba a canalizar sentimientos y a componer melodías. El bajo era una inversión a largo plazo. 

Obviamente, mi adolescencia no fue como la de los chicos que fui conociendo. Yo no tenía una computadora que soportara los juegos que quería jugar, ni consolas nuevas o ropa de marca (que poquísimo me importaba, porque estaba en mi etapa más "punk" y lo único que usaba eran remeras de bandas y jeans gastados). Mi adolescencia fue linda así como fue. Aprendí muchas cosas y a veces me sentí "menos que el resto", pero nunca dejé que eso me impidiera tener amigos. Ese "menos" lo transformé en "no te compares con nadie, porque vos sos otra persona" y empecé a hacer cosas... cosas que me divertían o me hacían sentir mejor y ayudaban al resto de los Seres Humanos.
Tuve bandas, fui activista ocasional por alguna que otra causa, trabajé, conocí personas hermosas, hasta las personas que hoy son mis amigos más cercanos... mi hallazgo más valioso, mi recompensa de vida, mi paz, alegría y armonía (que no te rías con esta expresión, porque así llamamos al grupo y, de paso, a lo que me hacen sentir jaja). 

Todo esto me fue convirtiendo en esta persona que redacta. 

En fin, luego de varios trabajos pasajeros, alguien vino y me dio la oportunidad de tener un trabajo fijo. Cabe aclarar que estoy eternamente agradecida con esa persona y con quien me hizo llegar a esa persona. Ambos se preocupan por mí desinteresadamente y ese es otro regalo de la vida que me fascina.

Cuando empecé a trabajar, empecé a tener todas las cosas que me gustaban y mis viejos no me podían comprar. Y, a la vez, los ayudaba con las expensas de la casa y alguna que otra factura. Hablo en pretérito, pero es todo muy actual.
Entendí aún más el valor de la plata, porque ahora me la estaba ganando con esfuerzo. Aunque suene trágico, es algo muy lindo... es una enseñanza bastante fuerte, que te ayuda a investigar el mundo adulto sin siquiera estar en él. 
No soy más feliz que antes, todo es igual. La única diferencia es que ahora siento que si quiero algo, no tengo que forzar al pobre Niñito Jesús a que ahorre y me lo compre jajaja. 
Además de eso, y mucho más importante, puedo darme el lujo de no ver a mis padres tristes por la economía de la casa. Es un lujo enorme, después de tantos años de altibajos.

La razón de todo esto, es la de usar nuestras oportunidades. Mi viejo no tuvo oportunidades, pero le hubiera encantado tenerlas. Él trabajó desde que tiene memoria, pero reconoce que le hubiera encantado estudiar y poder darle todo a su familia. En realidad, nos da todo... pero no todo lo que él quisiera.
Si vos tenés oportunidad de generarte aún más oportunidades, no la desperdicies. Algún día vas a querer tener una familia (o quizás no, pero pongamos en texto que sí) y les vas a querer dar todo.

Todos los días me levanto temprano a estudiar, feliz de poder hacerlo. Feliz de poder, en un futuro, darle a los míos todo lo que pueda darles. Feliz de saber que algún día sabré todas las cosas que me gustaría saber, feliz de que la carrera que elegí me motiva. 
Pero sobre todas las cosas, feliz porque aquel que no tuvo una oportunidad, se rompió el lomo durante 45 años para darme una a mi. Y ese, querido lector, es el regalo más grande que tuve en la vida.

Todos estamos cansados de algo

Todos estamos cansados de algo.
Algunos tienen trabajos odiosos con jefes que dan miedo, soportando eternas horas dentro de una oficina hasta que llega el fin de semana.
Algunos tienen un amor más complicado que entender la raíz de una guerra mundial. Amores que van más allá de las fotos adorables, de las cartas cargadas de dulzura, de las miradas de pasión un viernes a las cuatro de la mañana.
Otros simplemente están cansados de estar estancados, de ser un eterno cero a la izquierda, siempre mirando aquello que podrían haber sido pero creyeron que jamás tendrían las herramientas necesarias.
Cuando la vida saca el florete y pretende que le demos pelea, no nos quiere vencer fácil.
La vida siempre va a buscar un oponente fuerte, no un cobarde que huya al desenfundar.

El jefe que da miedo, el amor complejo, el sueño que no estamos cumpliendo... son indicios. Indicios de que no somos oponentes débiles.
Ella nos eligió para tensar un elástico, pero solo nosotros conocemos el punto de quiebre. Con perdón, solo nosotros elegimos el punto de quiebre.

La única pregunta que necesitamos hacernos es: ¿Voy a dar pelea o me voy a dejar vencer?

Ella va a intentar quitarte seres queridos, te va a alejar de tus sueños, va a querer hacer que tomes malas decisiones y que después te arrepientas del tiempo perdido.
Pero, amigo mío, ¿de qué serviría si no nos imponemos?
Vos y yo nunca estuvimos solos en esto. Siempre nos tuvimos desde el corazón, aunque jamás nos hayamos visto.
Hoy nos encontramos acá, en este pensamiento. Ahora demos batalla.
El jefe que da miedo es un Ser Humano. Respira el mismo oxígeno que vos y yo, siente dolor, siente amor... siente miedo a algunas cosas, como nosotros de él.
El amor complejo no es más que un amor un poquito más difícil que los que siempre hemos tenido. Hemos amado padres, hermanos, mascotas... ¿nos vamos a dejar vencer por el desafío? ¿O nos vamos a sentar acostumbrados al amor incondicional, sabiendo que lo tenemos asegurado?
Amigo, vamos a pelear. Si no lo tenemos asegurado, eso quiere decir que tenemos que conseguirlo día a día... y te aseguro de que los frutos van a ser mucho más dulces si trabajamos por obtenerlos.

Y lo más importante: tenemos una sola oportunidad de vivir. Gastarla en algo como quedarse a ser el cero a la izquierda es demasiado deprimente. Algunos nacen con las herramientas, otros trabajan sin descanso por crearlas. No hay excusa válida para no disfrutar la vida al cien por cien.

Que yo esté escribiendo esto, quiere decir que me cansé... pero que aún quiero seguir en el juego.
Si me leíste, habré ganado la más importante de mis batallas.

Gracias.

Como para bajar la comida

¿Te sentís vivo?
Hay una sola dirección universal. Todos vamos hacia el mismo lugar, como si se tratara de una gran caravana de pasos humanos que van llegando a Roma.
Sentimos distinto, pensamos distinto, hablamos distinto... pero somos una gran aleación andante.
Por el alma, por la sangre, por el dolor o la alegría, todos estamos conectados. Estamos tan conectados, que quizá podríamos usarlo para ayudarnos.

¿Todavía no te sentís vivo?
¿Cuántas veces tocaste un picaporte y te dio una descarga? ¿Cuántas veces te levantaste y encontraste aún más agradable el paisaje? ¿Cuántas veces escuchaste una canción y te acordaste de algo...?
Somos una fábrica de dudas que trabaja 24/7 en todos los puntos del Universo. Somos una amalgama de mundo que a veces se cree individuo.
Somos la especie insistente, la que todavía no encontró el origen, pero sigue buscando el futuro.
Y te diste cuenta porque él sintió lo mismo que vos en ese lugar, cuando pasó eso. Y te diste cuenta porque ella lloró con eso mismo, en esa época. Y nos dimos cuenta, porque de repente nos contamos que hicimos algo, en distintos momentos, pero algo idéntico.

Yo lo que te digo es que quizá no sientas lo mismo que yo, porque yo estoy escribiendo con una canción que me da letra, pero capaz que sí me sentís, porque te escribí a vos.

Aún así, asumilo, la portación de corazón nos une a cada Ser Vivo.
No te escapes, es genial.





A mi compañero

Sabés que estás enamorado, cuando no sabés por qué estás enamorado.

Todavía, diez meses después, sigo sintiendo esa emoción de ver tu cara entre la gente. De esperarte en las juntadas, de preguntar por vos medio disimulada (no se vaya a pensar que te buscaba).
Sigo sintiendo ese cosquilleo en la panza cuando sin querer rozábamos. Sigo sintiendo en cada beso ese mareo, ese momentito de perder la razón que te da el primero.
Diez meses después sigo gritando finito cuando me decís algo lindo, sigo sintiendo esos espasmos en el pecho cuando te veo, sigo girando en la cama antes de dormir, recordando todo lo que hablamos durante el día... sigo contando las horas que faltan para verte.
Hasta sonrío veinte metros antes de estar frente a vos, cuando aparecés en la puerta de casa.
Sigo viéndote igual de atractivo, divertido y dulce que aquel noviembre del 2011, cuando sólo éramos "amigos de un amigo" y nos creíamos demasiado diferentes para enamorarnos.

Se nos habrían reído de no ser porque nos encontraron en pleno cruce de miradas, tan transparentes que hasta el más despistado se hubiera dado cuenta de que nos ardía el pecho por abrazarnos tranquilos, sin ocultarnos de nadie.
Diez meses después, todo se siente como la primera vez. Tan emocionante, tan misterioso y fuerte.
Ahora no solo somos un par de tortolillos, sino también muy buenos amigos.

No me lo imagino de otra manera, todo es como quiero que sea.
Yo te quiero, negro... y te quiero de una manera muy linda, desde el corazón, que se ramifica a todo el cuerpo. Te quiero con cada nervio, con cada arritmia, con cada contracción muscular, con cada analogía extraña sobre anatomía y patologías jaja.
No, era joda, pero lo que va enserio soy yo... con vos.

Ojalá el tiempo nos siga acompañando de la misma manera y tenga conmigo a mi amigo, mi compañero, mi chico... porque todo es más divertido cuando estás cerca.
Y si no (por alguna de esas mañas feas del destino), aún así me llevo un montón de recuerdos cargadísimos de energía y un buen puñado de enseñanzas para aplicar en mi vida.
No te prometo nada, porque no manejo el futuro. Pero hoy, en este mismo momento, te estoy queriendo con toda la fuerza y la alegría que me da este "nosotros" tan lindo.

Gracias por todo, pequeño padawan.

300 días con él.

"Es una necesidad.
Más que una necesidad, es un vacío, como una extensión del propio ser.
Es torpe, como si no supiera andar sin una mano de apoyo, como si no supiera respaldarse en nada más que un pecho firme, como si no supiera, quizá, subsistir sin el refugio de un par de brazos.
Inútil, como intentar respirar sin oxígeno.
Es absurdo, no saber explicarlo resulta ser lo más detallado, el silencio resulta ser mucho más manifiesto."


Había estado presa de una atracción que podría haberle resultado en desastre. Quizá fuera porque los ojos de aquel chico fijaban en otra figura, una muy diferente a la suya. Jamás había bajado los brazos... hasta ese momento.

Hacía frío. Los juegos inocentes se abrazaban con la noche simbólica de la amistad, mas en ese aire helado existía algo más. Convivía con el ardor de muchos corazones, que quizá lo hicieron aún más fuerte.
Estaba ya resignada a adueñarse de su cariño, jamás lo lograría.
Pasó horas frente al espejo... se puso un lindo vestido, se ató el cabello, se maquilló y se puso aros... por primera vez en mucho tiempo. Era el anhelo de la última oportunidad de que esos ojos tan distantes al fin devoraran su imagen, se apropiaran de ella, la hicieran suya.
Quizá entre tantos juegos y risas, ella pudo ver un atisbo de ansiedad en él. No, no podía ser. Él ya le había confesado que estaba por alguien más. Alguien que no era ella.
Eso había pasado hace mucho, pero el sentimiento aún vivía dentro de ese frágil corazón de niña.

No era una historia de amor. Y si lo era, no le pertenecía a ella.

Después de tanto alboroto, de tantos gritos y música fuerte, ella huyó a una habitación para encontrar algo de paz. Estaba perturbada por las sensaciones que él le producía. Estaba despechada por el rechazo que él le había entregado, aún sin saber que ella moría por el roce de su piel.
Hubo dos o tres entradas. Personajes conocidos, personajes queridos. Se preguntaban si ella estaba bien, pero yacía en una cómoda cama en la que estaba empezando a conciliar el sueño, alucinando la voz de él... que la saludaba desde lo oscuro de ese cuarto...
Se despertó repentinamente. La atmósfera había cambiado, podía notarlo.
Su cuerpo se estremeció, como si anticipara la llegada de una caricia certera. Él estaba ahí, sentado a los pies de la cama.
Aunque lo suficientemente lejos para sentirlo, ella tenía calor. El calor de lo insoportable que resulta la distancia cuando se desea algo.

- Contame un cuento, para que pueda dormir.- dijo ella, entre risas.
- Bien, había una vez un lobo medio confundido. Vivía muy tranquilo acechando a una caperucita...
- ¿Y que pasó?
- ... apareció otra caperucita en su camino. Una distinta, una que no se parecía a ninguna otra en el mundo. Una muy linda, que lo ponía un poco inquieto. El lobo no sabe qué hacer, porque no tiene muy en claro si esta caperucita lo quiere cerca.
Él hizo un silencio que a ella le pareció eterno.
- ¿Cómo continúa la historia? ¡Quiero saber! - Exclamó ella, impaciente.
Él se acercó hasta cubrirla con la mitad de su cuerpo. Su respiración se sentía en la mejilla de ella. Aunque no pudiese verlo, lo sentía cerca y eso era suficiente para que el deseo le quemara la piel. El anhelo se volvió aún más fuerte e insoportable.
Sus brazos hacían peso alrededor de ella en la cama, se sentía nuevamente presa, pero esta vez deseaba estar cautiva. Se sentía protegida, como si él la estuviera reclamando entre otros hombres, como debía ser, como ella quería que fuera.
Entre la oscuridad de esas cuatro paredes que los abrigaban del invierno, él dejó su jadeo casi imperceptible y acercándose lentamente, susurró:
- Depende de cómo quieras que continúe.
De repente todo desapareció. Ella sintió la calidez de esos labios que tanto había ambicionado. La caricia fue más que agradable, la hizo viajar en un torbellino de sensaciones, mareada, sin conocimiento de nada más que eso que acababa de descubrir.
Todos sus sentidos estaban enfocados en ese beso tan esperado, que hacía tan solo unos minutos le resultaba imposible... y ahora estaba ahí... sacudiéndola, invadiendo cada centímetro de su ser.
Se sintió volar cuando la mano de él le sostuvo el rostro, demandando más y más.
Pareciera que ese frágil corazón de niña iba a escapársele del pecho. Se iba a desprender con violencia de ella para unirse al de él.
Después de ese universo en el que sólo existían ellos dos, no había nada más. Ni los gritos de alegría detrás de las paredes, ni la música a todo volúmen... oscuridad, calor y dos vidas unidas en una.
- No sabés las ganas que tenía de hacer eso.- concluyó él, con la respiración entrecortada y un calor nuevo. Uno que lo obligó a abrazarla, para no perder la cordura de un solo tirón.
Era algo clandestino, algo que no debía conocerse. Ese sería su secreto...

... pero como todos sabemos, algo tan caprichoso como el amor no se puede ocultar por mucho tiempo. Un mes más tarde, cayeron rendidos en la tentación y en un descuido, fueron descubiertos besándose con la intensidad de la primera vez.
La sorpresa impresa en la cara de los amigos solo confirmó lo inevitable: la aventura recién había comenzado.


Y ese, amigos míos, es el inicio de mi propio cuento de hadas.
Bueno, quizá no solo hadas, tal vez también haya un poco de elfos, orcos, poporis, humanoides, pet partners, magos, duendes, dragones, músicos, amigos medio locos y... bueno, creo que se entendió.

Gracias por tantos despojos de aliento, amor mío.

No andes sola por la calle

El día había sido pesado, tanto para mí como para mi hermana Sofía, pero por fin era viernes. Los chicos de la facultad habían organizado una fiesta de fin de año e íbamos a ir las dos. A último momento, Sofi recibió un mensaje de su novio y terminé maquillándome sola en el baño.
Las remiseras estaban atestadas de llamados, como todos los fines de semana en diciembre. "No me queda otra", pensé. Me puse a caminar despacio, esperando que en algún momento un coche se desocupara y me llevara al salón. Para mi suerte, lo encontré a mitad de camino.
Le di las indicaciones al chofer y me recosté en el asiento, sumida en mis pensamientos, haciendo un resumen de lo fantástico que había sido el año.
Sentí que el hombre se había desviado del trayecto, pero calculé que estaba buscando un atajo para evitar el tránsito. Frenó en una esquina, saludó a un amigo que estaba sentado en la parada de colectivos y siguió.
Cuando llegamos al lugar donde se estaba dando la fiesta, me cobró mucho menos de lo que indicaba la máquina, alegando "por la desviación". Confieso que me alegré un poco por ello.

Entré al salón, saludé a mis compañeros y me puse a conversar con algunas de las chicas del grupo. Vi a un muchacho recorriendo a gran velocidad la distancia que nos separaba. No alcancé a verle la cara, pero esperaba que fuera Manu, con quien estaba saliendo desde hacía cuatro meses. ¡Dios!, que me estaba enamorando de ese chico. Lo veía en todos lados. Por supuesto, otra vez no era él.
Interrumpió, me pidió un tiempo a solas y me fui con él a un apartado bastante silencioso.
- ¿Qué pasa? - Pregunté.
- Tu hermana se descompensó, me acaba de llamar el novio.
- ¿Vos sos amigo de alguno de los dos?
- Si, doy una materia con ella.
Sin dudar un segundo, salí a zancadas y tomé un remis. ¡Vaya casualidad!, el mismo chofer de la ida.
"Siempre nos quedamos en la puerta, por si alguien decide irse más temprano. Es una estrategia del servicio", me comentó. La verdad es que no le presté demasiada atención, por la preocupación que llevaba encima.
El hombre tomó el mismo camino que a la ida y volvió a frenarse en aquella esquina, donde saludó a su amigo. Mientras tanto, marqué el número de Santiago, el novio de Sofía, para preguntarle qué había pasado. Noté que me contestó medio dormido y lo único que pude escuchar antes de desmayarme, fue "Sofi está acá, durmiendo".

Me desperté con una sensación extraña en mi cuerpo. Tenía las manos atadas en la espalda y una venda cubría mis ojos. Cuando reaccioné sobre esto, la desesperación fue inminente. Grité, pataleé, pero no hubo caso.
Escuché el ruido de un par de tacones inundando la habitación. El eco era insoportable.
- Buenas noches, bella durmiente.- La voz de una mujer.
- ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? ¡Dejame ir!
A la misteriosa dama se le incorporó un hombre.
- Martina Lugano, veinte años. Tiene una hermana, Sofía Lugano, de veintidós años, en pareja con Santiago Martínez. Vive en Rivadavia al 500, con su madre, María Saccher, ama de casa, y su padre, Juan Alberto Lugano, trabaja en el Banco Santander en Buenos Aires al 1500. Van al club Luján dos veces por semana, sábado al mediodía y domingo a la tarde. Sofía y Martina asisten a la Universidad Nacional, con sede en La Rioja al 200. No frecuentan otros lugares, solo salidas espontáneas.
- Gracias. Retirate. - contestó la mujer.
La puerta se azotó tras la salida del muchacho. Se escuchó un ruido de hojas de cuaderno, como de alguien revisando algo pasado por alto. A esta altura, las lágrimas me ahogaban y seguía sorprendida por la cantidad de datos precisos que el hombre había cantado frente a nosotras.
Pensé en Manu. Pensé en cada una de las caricias de ese chico que se robaba todos mis suspiros. Pensé en cómo él entraría, golpearía a todos los captores y me llevaría de regreso a casa. Y en él pensé hasta el borde de la angustia, sabiendo que no iba a ser él el primero en tocarme... la persona por la que había esperado tanto tiempo.
La habitación volvió a inundarse con el sonido de pasos. Alguien me agarró por la citura, inmovilizándome, y me cubrió la boca con su mano. Quise gritar, pero entonces sentí una aguja penetrando mi brazo izquierdo y depositando una molestia helada en mi sangre.

Durante los siguientes tres días, Martina viajó adormilada en una camioneta con rumbo a la frontera del país. Su cara llenaba las paredes de la ciudad, con una leyenda describiendo cómo estaba vestida y a dónde había ido la noche de su desaparición.
Los políticos hacían campañas con su rostro, bajo el estandarte "ni una Martina más", aún sabiendo que todo pudo haber sido enmendado con la revisión de vehículos que cruzaban la frontera, con operativos policiales y medidas de seguridad más ajustadas.
Los noticieros hablaron de su caso durante tres meses y luego hubo silencio... y el llanto de una familia destrozada. Nadie en la facultad volvió a hablar de ella.


Por más que escribiera que Martina fue hallada con vida, esta historia no tendría un final feliz y usted, mi lector, no tendría paz. No existe un final feliz para los millones de casos de personas secuestradas durante la democracia, ni para aquellos que pierden un hermano o una hermana, un padre o una madre, un hijo, un amigo...
Cuando una víctima es encontrada viva todos sonríen, pero aún así, las cenizas del horror siguen en su mente. Nadie puede escapar a las secuelas de la privación de un derecho y mucho menos cuando el dolor ha sido tan fuerte.
Aunque Martina hubiera vuelto, ya no podría haberle dado su amor a Manu, ya no podría haber seguido estudiando como lo hacía antes, ni tratado a su familia de la misma manera. Ya no hubiera comido ni dormido bien, ni hubiera podido relacionarse con personas nuevas o salir a la calle tranquila. Martina estuvo destrozada desde el momento en el que subió al remis.

Es lamentable, pero Martina nunca fue ficción.
Cuidá a los que tenés a tu alrededor. El único héroe que existe, es la prevención.