No andes sola por la calle

El día había sido pesado, tanto para mí como para mi hermana Sofía, pero por fin era viernes. Los chicos de la facultad habían organizado una fiesta de fin de año e íbamos a ir las dos. A último momento, Sofi recibió un mensaje de su novio y terminé maquillándome sola en el baño.
Las remiseras estaban atestadas de llamados, como todos los fines de semana en diciembre. "No me queda otra", pensé. Me puse a caminar despacio, esperando que en algún momento un coche se desocupara y me llevara al salón. Para mi suerte, lo encontré a mitad de camino.
Le di las indicaciones al chofer y me recosté en el asiento, sumida en mis pensamientos, haciendo un resumen de lo fantástico que había sido el año.
Sentí que el hombre se había desviado del trayecto, pero calculé que estaba buscando un atajo para evitar el tránsito. Frenó en una esquina, saludó a un amigo que estaba sentado en la parada de colectivos y siguió.
Cuando llegamos al lugar donde se estaba dando la fiesta, me cobró mucho menos de lo que indicaba la máquina, alegando "por la desviación". Confieso que me alegré un poco por ello.

Entré al salón, saludé a mis compañeros y me puse a conversar con algunas de las chicas del grupo. Vi a un muchacho recorriendo a gran velocidad la distancia que nos separaba. No alcancé a verle la cara, pero esperaba que fuera Manu, con quien estaba saliendo desde hacía cuatro meses. ¡Dios!, que me estaba enamorando de ese chico. Lo veía en todos lados. Por supuesto, otra vez no era él.
Interrumpió, me pidió un tiempo a solas y me fui con él a un apartado bastante silencioso.
- ¿Qué pasa? - Pregunté.
- Tu hermana se descompensó, me acaba de llamar el novio.
- ¿Vos sos amigo de alguno de los dos?
- Si, doy una materia con ella.
Sin dudar un segundo, salí a zancadas y tomé un remis. ¡Vaya casualidad!, el mismo chofer de la ida.
"Siempre nos quedamos en la puerta, por si alguien decide irse más temprano. Es una estrategia del servicio", me comentó. La verdad es que no le presté demasiada atención, por la preocupación que llevaba encima.
El hombre tomó el mismo camino que a la ida y volvió a frenarse en aquella esquina, donde saludó a su amigo. Mientras tanto, marqué el número de Santiago, el novio de Sofía, para preguntarle qué había pasado. Noté que me contestó medio dormido y lo único que pude escuchar antes de desmayarme, fue "Sofi está acá, durmiendo".

Me desperté con una sensación extraña en mi cuerpo. Tenía las manos atadas en la espalda y una venda cubría mis ojos. Cuando reaccioné sobre esto, la desesperación fue inminente. Grité, pataleé, pero no hubo caso.
Escuché el ruido de un par de tacones inundando la habitación. El eco era insoportable.
- Buenas noches, bella durmiente.- La voz de una mujer.
- ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? ¡Dejame ir!
A la misteriosa dama se le incorporó un hombre.
- Martina Lugano, veinte años. Tiene una hermana, Sofía Lugano, de veintidós años, en pareja con Santiago Martínez. Vive en Rivadavia al 500, con su madre, María Saccher, ama de casa, y su padre, Juan Alberto Lugano, trabaja en el Banco Santander en Buenos Aires al 1500. Van al club Luján dos veces por semana, sábado al mediodía y domingo a la tarde. Sofía y Martina asisten a la Universidad Nacional, con sede en La Rioja al 200. No frecuentan otros lugares, solo salidas espontáneas.
- Gracias. Retirate. - contestó la mujer.
La puerta se azotó tras la salida del muchacho. Se escuchó un ruido de hojas de cuaderno, como de alguien revisando algo pasado por alto. A esta altura, las lágrimas me ahogaban y seguía sorprendida por la cantidad de datos precisos que el hombre había cantado frente a nosotras.
Pensé en Manu. Pensé en cada una de las caricias de ese chico que se robaba todos mis suspiros. Pensé en cómo él entraría, golpearía a todos los captores y me llevaría de regreso a casa. Y en él pensé hasta el borde de la angustia, sabiendo que no iba a ser él el primero en tocarme... la persona por la que había esperado tanto tiempo.
La habitación volvió a inundarse con el sonido de pasos. Alguien me agarró por la citura, inmovilizándome, y me cubrió la boca con su mano. Quise gritar, pero entonces sentí una aguja penetrando mi brazo izquierdo y depositando una molestia helada en mi sangre.

Durante los siguientes tres días, Martina viajó adormilada en una camioneta con rumbo a la frontera del país. Su cara llenaba las paredes de la ciudad, con una leyenda describiendo cómo estaba vestida y a dónde había ido la noche de su desaparición.
Los políticos hacían campañas con su rostro, bajo el estandarte "ni una Martina más", aún sabiendo que todo pudo haber sido enmendado con la revisión de vehículos que cruzaban la frontera, con operativos policiales y medidas de seguridad más ajustadas.
Los noticieros hablaron de su caso durante tres meses y luego hubo silencio... y el llanto de una familia destrozada. Nadie en la facultad volvió a hablar de ella.


Por más que escribiera que Martina fue hallada con vida, esta historia no tendría un final feliz y usted, mi lector, no tendría paz. No existe un final feliz para los millones de casos de personas secuestradas durante la democracia, ni para aquellos que pierden un hermano o una hermana, un padre o una madre, un hijo, un amigo...
Cuando una víctima es encontrada viva todos sonríen, pero aún así, las cenizas del horror siguen en su mente. Nadie puede escapar a las secuelas de la privación de un derecho y mucho menos cuando el dolor ha sido tan fuerte.
Aunque Martina hubiera vuelto, ya no podría haberle dado su amor a Manu, ya no podría haber seguido estudiando como lo hacía antes, ni tratado a su familia de la misma manera. Ya no hubiera comido ni dormido bien, ni hubiera podido relacionarse con personas nuevas o salir a la calle tranquila. Martina estuvo destrozada desde el momento en el que subió al remis.

Es lamentable, pero Martina nunca fue ficción.
Cuidá a los que tenés a tu alrededor. El único héroe que existe, es la prevención.

Todo está conectado

Hay algo muy extraño en el modus operandi de la vita nostra.
Resulta que un día pienso en alguien que hace años que no veo y ¡pum!, de la nada me lo vuelvo a encontrar. Está buenísimo cuando es alguien que extraño.

Las personas mutan. Las personas están en constante cambio.
Son estos cambios los que hacen que a veces nos separemos o nos unamos. Cada quién tiene su momento y cuando dos momentos encuentran una cierta cantidad de puntos coincidentes, surge la afinidad, la cercanía.
A veces nos alejamos de un amigo durante mucho tiempo, pero siempre existe la posibilidad de que nuestros cambios nos reencuentren.
Nunca hay que guardar rencor. Una persona que conociste hace cinco minutos, en este exacto segundo ya no es la misma. Metamorfosis continua, ese es el problema que nos aqueja tanto.

Aprendemos a nuestro ritmo, nuestros gustos van variando, nuestra personalidad se va modificando con cada piedra en el camino. Gracias a ello, nunca nos aburrimos de existir. 
Por desgracia, muchos piensan que esos cambios son desfavorables. Y sí, cada vez que pienso en un amigo que hace meses que no veo, me pongo triste. La realidad es que ambos sufrimos algún tipo de alteración en nuestra vida que nos cambió la inclinación.
Hoy puedo no estar tan pegada a vos, pero quizá en otro momento nuestra metamorfosis nos una y viceversa.

A veces es mejor aceptar que el mundo entero está conectado y conspira en silencio para que todos logremos una meta. Lo importante es proponérselo con toda la fuerza de voluntad posible.
Todos tenemos el poder de "hacer suceder". Podemos forzar de alguna -buena- manera el futuro de las cosas. Lo incierto es lo más atractivo.
¿Qué puede ser mejor que algo que no sabemos cómo va a ser? Por ahí imaginamos el futuro de una linda manera y gracias a eso, tendemos a forzar que suceda así. A veces lo imaginamos de una forma terrible, catastrófica... y luchamos por cambiarlo.
Sin darnos cuenta, estamos construyendo un camino en base a la proyección y, por supuesto, de la creencia de esta proyección de una realidad posterior.

La cruda es que nosotros lo manejamos. No está escrito. Nunca estuvo escrito. Hay medios y existe la capacidad de manipularlos a nuestro favor.
De última, si las cosas no salen como lo pensabas, debe haber una razón momentáneamente oculta que te puede llegar a deparar algo distinto o hasta mucho mejor. Tiempo al tiempo.

Cada mañana hay una pregunta que la vida te hace y vos respondés. Es algo que hacemos desde el nacimiento, por lo tanto, no te das cuenta por estar acostumbrado.
La pregunta es simple: ¿Hoy querés sonreír o fruncir el ceño? 
Si elegís sonreír, tenés que sonreír hasta que el ceño fruncido de los demás desaparezca... es un laburo jodido, pero no imposible. Si contagiás tu sonrisa a cada persona enojada, eso se va a expandir hasta que tu entorno logre un ambiente pacífico y amigable para que tu día sea brillante.

La clave de que un día sea genial es el optimismo. Si te fue mal en una, seguí sonriendo. Si te dejás sobrepasar por esa mala, entonces un campo magnético de mal humor te va a rodear y todo lo que hagas después te va a parecer caótico e insoportable. Sin contar de que se te pega todo lo malo como un tatuaje de chicle que después te querés sacar y te tira los pelitos. 

Seguramente te pasó: desaprobaste un examen, perdiste la sonrisa. Después resulta que una mínima actitud negativa de otra persona hizo crecer tu mal humor... y después la cola del banco es inaguantable, tu amigo se vuelve enemigo, tu mamá es molesta, tenés que trabajar y se estudia un cuarto de la vida para trabajar dos cuartos y morir en el último y... y... y ... y todo es una porquería porque dejaste que creciera el mal humor en vos.

En fin, creo que expliqué de más. 
Llenate de optimismo.
Gracias por leerme hoy.

Un cortado con azúcar

A veces hay que abstenerse.
Hay un momento para tomar decisiones y siempre hay que considerar que todas ellas van a cambiar nuestro entorno de alguna manera. Todo lo que pasó antes fue aprendizaje, todo lo que pasará después será consecuencia. El ciclo se repite constantemente.
Las consecuencias se pueden remediar, mas desear un "hubiera sido" resulta vano.

Aprendí que cuando uno se siente incapaz o ha agotado recursos, tiende a negar hasta su propia naturaleza.
Me he sorprendido al escuchar lo que emana la voz de alguien cuando está frustrado. "Igual, yo soy un cero a la izquierda"... "qué más da, si no me da la cabeza para hacerlo".
Nada de eso es real.
Lo único real, lo único verdaderamente nuestro es el ciclo. Aprendí, decidí, sufrí la consecuencia, aprendí...

Los problemas de la vida deberían verse como las Matemáticas. Odio las Matemáticas, pero el recurso aplica: ecuación, resolución, [revisión de errores, corrección]^n*.
En algún momento llegaremos al resultado.





* A la enésima. Todavía no aprendí a hacer superíndices.