Un sueño

Pasa una vez por año, no se por qué razón. Antes lo enfrentaba con mis viejos amigos, anoche lo enfrenté con los nuevos. Fue loquísimo, pero después de la última vez que lo derrotamos, pensé que no volvería a aparecer. La mente traiciona.
Como iba diciendo, pasa una vez por año, entre mediados de junio y principios de julio. Es un sueño, así que no se asuste, querido lector, nada de esto es producido por estupefacientes ni exceso de imaginación (aunque a la segunda la dudo).
Estamos en la costanera, muy tranquilos, está cayendo la noche. Veo que la policía recorre las calles evacuando la ciudad. La gente corre desesperada, asustadísima.
Como ya me pasó años anteriores, entiendo qué es lo que está pasando. Él viene.
Hasta que no lo veo, nunca se qué forma tiene... pero es asombroso que sueñe esto una vez por año y que todos los años aparezca de una manera distinta.
Entonces dos de los chicos se paran y dicen: "Dale, porque nos va a agarrar acá y no tenemos cómo cubrirnos". El resto los sigue, pero entre callados y muertos de miedo.
Corremos hasta lo que parece ser un hotel en el parque Urquiza. Entramos en una habitación, Javi saca un par de armas y me da una a mi. Yo me quedo pegada a la puerta, escuchando lo que pasa en el pasillo. Nacho (R) tira una cama a modo de escudo y llama a Mario, Gaggi y Ale, armados con dos Vektor SS-77, apoyadas sobre el borde.
En ese entonces veo algo que camina por el pasillo del hotel, cortando la luz que entra por debajo de la puerta. Javi se sienta al lado mío, dejando espacio para abrir la puerta y mira el cargador de la Spas-12 que tiene en las manos. Segundos después, se suma Nacho (B).
Yo me aferro a la recortada que me dio minutos antes, le doy la orden a Lea para que abra la puerta y mire el pasillo. Él me hace señas y salimos los cuatro juntos.
Cuando estamos llegando a la bifurcación de una de las alas del hotel, aparece una suerte de Dragón de Komodo, pero con colmillos enormes.
Javi dispara, despeja el área y seguimos. Así vamos matando esos bichos, hasta que llegamos a una parte del edificio que tenía un ventanal que daba al río. Ahi vimos que los dragones de Komodo (como yo sospechaba) eran la parte menos peligrosa del asunto.
Algo arremete contra el hotel y raja en dos partes el ala en la que estábamos. Javi y Lea quedan de un lado, Nacho (B) y yo del otro. Recuerdo en ese momento cómo lo combatimos años anteriores, así que les grito a los chicos: "¡Vuelvan a la habitación!". Ellos corren por un lado, nosotros por el otro. Nos encontramos en la puerta del cuarto y les hacemos señas a los muchachos que estaban dentro para que no disparen.
Salimos del hotel y nos escondemos entre las casas del parque. Divisamos al monstruo. Medía casi diez metros y tenía garras y colmillos bien afilados.
La desesperación de ese momento es increíble, el miedo congela la sangre... pero ya me había pasado antes, así que no importa. 
Paraná está en silencio. Algunas familias se refugian cerca de donde estamos. Armamos una guardia, Gaggi y Mario empiezan a movilizar a los "civiles" hacia el centro de la ciudad, escoltándolos por si aparecía algún animal agresivo en el camino y los demás nos distribuímos como francotiradores.
La bestia se acerca, abrimos fuego y a los pocos minutos cae en el río. Creíamos que estaba muerta.
En un momento estábamos festejando y al siguiente... la vemos levantarse.

Ahí fue cuando me desperté, por culpa del reloj. No me quería volver a dormir, porque sabía que la ibamos a tener que enfrentar tarde o temprano.
Garrón. Esta noche no se si duermo.








Ayer tu sueño me dio tinta

Soñé con tus labios cuidadosamente pintados sobre el rostro pálido al amanecer. Ahí estaban tus ojos, medio dormidos, medio despiertos. Molestos, pues el resplandor matutino de aquel sol que siempre quiso imitar tu brillo, entorpecía levemente el abrir y cerrar de los párpados hinchados tras el dulce insomnio pasional.
Duerme, pues dormido mis sentidos creen ser merecedores de tal imagen cual magno ensueño, al verte tan indefenso, tan tranquilo, tan eterno...
Duerme, porque si el más allá tuviera un punto final, ese sería el suspiro que despide tu boca cuando alcanzas sueño profundo, el anhelo de paz en las aventuras oníricas.
Duerme, para que tu voz se oiga como el susurro de un creador de fantasías. Dame alas con la tibieza del cuerpo refugiado entre las sábanas. Dame inmortalidad al simple tacto, aunque sea a la distancia, aunque sea solo otra ambición.
Descansa, no arremetas contra el vuelo de mis palabras, contra la melodía de la tinta sobre el papel que hoy retrata tu suave respirar, la inquietud de mis versos, la melancolía de una mañana de abril.
Duerme, porque solo así tendré el privilegio de robarle al tiempo tu figura tan joven, tan llena de vida. Y si la alarmante partida de un celoso Morfeo me lo impidiera, aún me quedarían mis sueños, para soñar tus labios cuidadosamente pintados sobre el rostro pálido al amanecer.

Cosas que pasan

Hay melodías que me recuerdan a los brazos de mamá, a las caricias suavecitas en la cabeza, mientras susurraba alguna canción de cuna, que viajaba por toda la habitación y me hacía sentir segura.
Hay paisajes que me remontan a mi más temprana edad, echada sobre el pecho de mi papá, cuando cabía allí sin acurrucarme demasiado.
Pero los espejos ya no me devuelven a la niña que fui...
Alguna vez, un viejo amigo me dijo: "Cuando un ladrón esté apuntándote con su revólver, te va a robar el celular, las zapatillas, la mochila y quizá alguna otra cosa que lleves encima. Pero hay algo que jamás te van a poder quitar: el amor de tu papá, de tu mamá, de tus hermanos y amigos..."
Y en ese entonces, entendí que lo que nos hace sentir seguros no es un teléfono, no es la ropa que usamos, ni el maquillaje, una consola de videojuegos, un auto o una casa grande. Lo que nos da seguridad es eso que nadie nunca va a poder robarnos.
Se que el amor nos hace ver hermosos. Cuando una persona se rodea de amor, sonríe... y no hay mejor muestra de belleza que una sonrisa bien fundada.
Me basta con ello.
No quiero lo mejor en cuanto a material, quiero el mejor amor. Quiero la mejor sonrisa en la cara de mis amados. Mi ambición se remite al pecho enardecido, a la pasión por la vida, a lo que puedo dar.

Seguridad... seguridad no es poder decir "mi casa es enorme, tengo un buen sueldo, una novia modelo y le caigo bien a todos". Seguridad reside en el cariño sincero hacia uno mismo y hacia los demás. Cuanto más sincero sea, más seguridad tendrás.
Si pudiera construir mi propio mundo, sería exactamente igual a este. Lo imagino de mil maneras y todas resultan sosas y aburridas.

Lo único que tenemos asegurado desde el primer suspiro hasta el último, somos nosotros mismos. En tanto nos rodeemos de amor, seremos hermosos. Sería lindo saberlo y poder decir:
"De lo único que estoy seguro, es de mí mismo."

Donde reside lo absurdo

Muchas veces escuché amigos diciendo: "Vos deberías escribir libros de autoayuda", luego de leer mi blog.
La verdad es que las personas que escriben esos libros, no tienen resueltas sus vidas aún. La mejor autoayuda, viene por parte de la etimología de "auto". Ese es su primer error. Los lapido con ese único fundamento, porque no me vale pensar en otros. Con eso alcanza.
Yo no tengo mi vida resuelta, ni siquiera en lo más mínimo. Soy demasiado joven para entender el camino y lo suficientemente grande como para saber que nunca lo entenderé mientras busque hacerlo.
Lo único que puedo expresar, son las bases de mi comportamiento cotidiano. Cómo llevo adelante mis proyectos. Siempre la frente en alto y siempre pensando "puedo ser mejor que hace cinco minutos".
Tomalo en parte, en totalidad o dejalo. Son puntos de vista, nada más. Nadie dicta la vida de los demás y nadie puede sacar a los demás de bajones. La respuesta siempre está en ese "auto", en ese "uno mismo" que todos conocemos bien.

Ahora, donde reside lo absurdo.
Cuando alguien dice "me gusta, pero se que no me va a dar bola" o "quiero hacerlo, pero se que no me va a salir", lo absurdo encuentra hogar instantáneamente.
¿Leés el futuro? No lo creo. ¿Conocés las probabilidades? Tampoco creo. Estás subestimando tu poder de analizar las chances.
Hasta que no lo intentes, no lo llames "fracaso".
Hasta que no falles de todas las maneras posibles, no lo llames "imposible".
Es absurdo que digas "Quiero" y delante pongas un "pero". Los "pero" son para separar un aspecto positivo de uno negativo. Cuando uno se impone un desafío, la negativa tiene que aparecer recién cuando ya lo ha intentado por todos los medios.

No se si me explico, pero tampoco se si busco explicarme.


No quiero escribir más.

Todo en esta casa está mugriento

El teclado está sucio, las marcas de tus dedos aún lo hacen sonar con furia.
La almohada está sucia con las lágrimas que me pediste que no derramara en vano, mientras jurabas que jamás volverías al frío, a la distancia.
El teléfono sigue sonando con tu melodía y mis oídos están sucios de tus horribles canciones.
Mi olfato ya no tolera tu perfume, golpea a la memoria con crudos recuerdos.
Hay un muñeco dentro del cajón, un disco en el reproductor, los bocinazos del remis esperando en la puerta. Y todo está tan sucio, que apenas puedo mirarlo sin apenarme de ello.
Hay un golpe seco, una disculpa, la culpa también se hizo presente. Nadie supo limpiar el desaseo del lugar.
Me vi en el espejo y mis mejillas estaban sucias, aún soportando una caricia insípida de tus manos.
Todo está sucio, arruinado, resquebrajado, totalmente irreparable.
Dejé en manos de los mejores expertos. Pegaron unas cuantas cintas y se pudo sostener... pero los cimientos aún estaban débiles.
Hubieron dos o tres albañiles. Llegó un arquitecto y su grupo de trabajo. Los domingos, tres terapeutas y los sábados por la noche, una congregación de reparadores. Ninguno supo qué hacer con todo este desastre, pero lo intentaron. Aún lo intentan.
Alguien con tu identidad tomó el asiento trasero en el colectivo. Un viaje más sucio que la estadía en tus dominios.
Sucio, hay mugre por toda la casa.
Aún mis entrañas están sucias de dolor. Tengo un monstruo encerrado entre doce pares de costillas. Está perdido, no sabe si romper para salir o morder para no dejar entrar. Tiene miedo.
El cuarto se tiñe de negro y ya no puedo ver la suciedad. Hora de dormir.
Mis ojos parecen no poder cerrarse, mas el sueño me invade y el olor nauseabundo de la suciedad está poniéndome nerviosa.
Hay humedad y calor. Hay algo pegajoso en todo mi cuerpo que no se cómo limpiar.
Todo lo que solía ser luz, extinto. Todo lo que solía ser paz, perturbado. Todo lo que solía ser sano, nocivo.

Todo en esta casa está mugriento.
Ya no espero un albañil ni un arquitecto, no espero a la mucama, a los terapeutas ni a la congregación de reparadores. La única que puede limpiarlo soy yo. El problema es que me faltan trapos, detergente, lavandina y una escoba.
Necesito limpiar esta casa, sacar al monstruo de ella, reconstruir cimientos y remodelar las habitaciones.
Quiero que vuelva a ser una mansión y no la pocilga en la que la convertiste.

Todo en esta casa... está mugriento.



Fragmento del tercer capítulo de mi novela

Según los relatos en el diario de Luna:

"Ellos no se dan cuenta. No se dieron cuenta ayer y no lo harán mañana. 
La verdad es que lo tienen frente a sus ojos. Se llama "límite". Hasta hoy pensé que no existía. 
Es una venganza, porque saben que no puedo tolerar este tipo de invasiones. Es una venganza porque saben que no puedo con todo. 
Es una venganza, y lo comprendo así, porque ellos mismos admitieron ser los que no me querían ver nacer.
Mi único testigo está ahora muerto, quizá nos reencontremos pronto para charlar esta cuestión.

Ahora lo importante es lo siguiente:

Yo entiendo por qué sucedió..."

Había levantado la birome. Ya no había más que rescatar en el texto.



Solo cuando hace frío

¿Alguna vez sentiste esa mezcla de tristeza profunda y alegría radiante, que te llena el cuerpo de una energía extraña? Como si quisieras llorar, como si te diera las razones suficientes para gritar.
Tengo a Nekro gritándome "¿Dónde? Sabés, me quiero ir, pero ¿dónde?" y casi puedo escucharte por encima de su voz.
El frío me abraza y en los oídos me quema la nostalgia.
Y la tengo a Flor, vestida de negro y con lentes. La tengo al lado, leyendo los apuntes del secundario. Me tengo a mí, a mis siete años, bailando "Blu" y mirándola... deseando alguna vez llegar a ser como ella.
Me tengo ahí, de bermudas amplias y rodillas raspadas. Me tengo ahí, dibujando sobre la cama... por la ventana entra un solcito tímido y hace frío. Otra vez hace frío.
Y me vuelvo a tener sobre la cama, mirando los posters en la pared. Hay tantos veinteañeros de pelo largo empapelando lo que antes solía ser el blanco nuevo de un departamento recién comprado. La primera casa propia. Mil novecientos noventa y nueve.
Y me tengo ahí, nuevamente, tratando de explicarle a mis compañeritas del colegio privado lo que era el punk rock, cómo admiraba a Flor y a sus amigos... lo geniales que eran... lo genial que era la música. Y hacía frío.
Me acuerdo del jumper con medias can can que picaban, hasta que llegaba a casa y me cambiaba. Miraba digimon y veía como Rika se cambiaba su uniforme por ropa cómoda y sabía lo que ella sentía. La caricia de una prenda gastada, pero suave... no existía comparación digna.
A la tarde, Mari venía a casa. Agarrábamos esos juguetes que simulaban ser digivices y salíamos a la calle a imaginar que éramos tamers. Recuerdo que le hice creer que yo era un digimon encubierto en el cuerpo de una humana. Ella lo creía, las dos lo creíamos. Teníamos eso que ahora no tenemos... eso que nos hace creer cosas realmente fantásticas y hermosas sin necesitar pruebas.
No era una mentira, porque las dos sabíamos que, en tanto tuviéramos imaginación, eso era real. Y jugábamos toda la tarde. Y hacía frío.
Y después sonaba Bad Religion, y sonaba Nerf Herder, Millencolin, sonaba Sublime. Y seguía sonando Pennywise. Todo, porque le pedimos a papá que nos compre eso tan moderno que reproducía CDs.
 Y bailábamos un poco más, cantando a los gritos. Mamá nos llamaba a comer. Era un domingo soleado, pero hacía frío. Apagamos el reproductor y fuimos al comedor.
Había ñoquis, estaba papá en la punta de la mesa, como siempre. Mamá y Fede del otro lado, Flor y yo juntas.
Y era chiquitita, como frágil, como danzante entre un mundo de fantasías.
Y entonces estaban los amigos del barrio y jugábamos a las escondidas. Y mucho más tarde estaba ese morochito que me gustaba. Y estaban las chicas, con las que solíamos jugar a todo... y Emi siempre elegía el nombre "Eloísa" para sus hijitas de juguete. Tenía una hermana chiquita, Agostina, que siempre lloraba por todo y Emi no quería que venga a jugar con nosotras, porque siempre se encaprichaba. Y aún hacía frío.
Volvía a casa y otra vez sonaba el "Okey Dokey". Nunca me cansaba de ese cassette. Lado A, Lado B... ¡otra vez!... lado A, lado B... y así, hasta que era la hora de dormir.
¿Quién era esa Jenny que no tenía que explicarse nada? Para mí, era una perrita. Una cachorrita de labrador, como me la imaginaba.
Y otra vez Flor, ahí, a mi lado en la pieza. Y otra vez, los veinteañeros pelilargos en las paredes. Y otra vez, hacía frío. Mucho frío.
Años más tarde, te volví a buscar. Tenía catorce y querías que te enseñe las notas de las cuerdas del violín... y me cortabas el pelo. Y cantábamos... cantábamos el Okey Dokey.
"Mirá, en la guitarra son así"... y había una bolsita con galletitas de vainilla.
Después volvíamos a la academia y me hacías peinados raros, tu profesora miraba y sonreía. Estabas ahí y cantabas.
¿Te acordás cuando fuimos juntas a ver Boom Boom Kid? El día que le pediste a Nekro que te firmara la mochilita para Delfi. En la puerta me contaste de tu primer recital de los Ramones y me cantaste ese corito que cantaban todos los fans. Hacía frío.
Me dijiste "andá con tus amigos, si querés". Yo no quise. Esa vez no quise ir con ellos, prefería que me siguieras contando esas cosas tan divertidas que vivías de chica. Cuando te escapaste a ver Attaque y eras chica... papá y mamá te buscaron con la policía. ¡Sos una loca!, ¿cómo vas a hacer eso? jajaja.
Y sonaba Ticky Tak Fire, cantabas por encima de la canción.
Y después nos peleamos... un día, un mes.. dos... tres. ¿Cuántos fueron? ¡Un montón!
Y te volví a ver ese doce de diciembre, ya no hacía frío. ¿Sabés por qué fue? Porque no hacía frío.
Como no hacía frío, me fui con mis amigos.
Pero no importa. Hoy hace frío y escucho el Okey Dokey... estás acá conmigo, soy chiquita y Flor también.
Ya no hay veinteañeros en las paredes, es más, dudo que sean veinteañeros hoy... pero aún así puedo tirarme en mi cama e imaginar todo como fue hace tantos años...
Y todo esto viene con el otoño y se va con la primavera. Entendeme, siempre ha sido así.
If you like music, c'mon! If you like ritmo, c'mon! If you like rumba , c'mon! If you like chachacha, c'mon!