Ayer tu sueño me dio tinta

Soñé con tus labios cuidadosamente pintados sobre el rostro pálido al amanecer. Ahí estaban tus ojos, medio dormidos, medio despiertos. Molestos, pues el resplandor matutino de aquel sol que siempre quiso imitar tu brillo, entorpecía levemente el abrir y cerrar de los párpados hinchados tras el dulce insomnio pasional.
Duerme, pues dormido mis sentidos creen ser merecedores de tal imagen cual magno ensueño, al verte tan indefenso, tan tranquilo, tan eterno...
Duerme, porque si el más allá tuviera un punto final, ese sería el suspiro que despide tu boca cuando alcanzas sueño profundo, el anhelo de paz en las aventuras oníricas.
Duerme, para que tu voz se oiga como el susurro de un creador de fantasías. Dame alas con la tibieza del cuerpo refugiado entre las sábanas. Dame inmortalidad al simple tacto, aunque sea a la distancia, aunque sea solo otra ambición.
Descansa, no arremetas contra el vuelo de mis palabras, contra la melodía de la tinta sobre el papel que hoy retrata tu suave respirar, la inquietud de mis versos, la melancolía de una mañana de abril.
Duerme, porque solo así tendré el privilegio de robarle al tiempo tu figura tan joven, tan llena de vida. Y si la alarmante partida de un celoso Morfeo me lo impidiera, aún me quedarían mis sueños, para soñar tus labios cuidadosamente pintados sobre el rostro pálido al amanecer.

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