Cambiar solo el olvido

Me acaban de cambiar el formato de Blogger, así que me tengo que acostumbrar a duras penas.
Sobre eso -precisamente- venía a hablar antes de ver este cambiazo.

A mí nunca me gustaron los cambios. Cambiar, para mí, implica dejar atrás una serie de cosas y no todas ellas pudieron haber sido malas.
Cuando alguien se va, cuando alguien muere, cuando alguien simplemente decide afectar a su entorno de otra manera... yo sufro un pequeño desliz hacia la locura.
Me resulta inaceptable.

Y con los cambios, llega el mítico y ya trillado: "Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde".
Lo genial de nosotros, los Seres Humanos casi errantes (Y el "casi", va dirigido a aquellos que creen saber a dónde van), es que siempre estamos deseando personas nuevas en nuestras vidas, sin darles importancia a las que ya tenemos ahí.
Claro, como ya las tenemos ahí, se vuelven menos interesantes.
Estamos deseando que esa persona sea amiga nuestra, porque es genial. Estamos deseando que ese chico, esa chica, sea nuestra pareja, porque es ideal. Desearíamos que ese señor que sale en la tele, fuera nuestro padre. Que esa mujer que dice cosas super-inteligentes en el noticiero, sea nuestra madre.
Y, mientras tanto, en algún rincón ofendido del corazón, los amigos que antes nos resultaban geniales, las personas que nos parecían ideales a nuestro lado, ese padre, esa madre... nos miran con perplejidad.

Ayer me ponía a pensar... Si mis viejos fueran celebridades, sin cambiar su personalidad, simplemente como son... pero que todo el mundo los conociera...
A mi viejo, con ese amor profundísimo que tiene por la música, con esa capacidad impresionante para arreglar cosas rotas, con todos los conocimientos sobre fauna, historia, política, economía... Mi mamá, con esa voz hermosa, con esa creatividad increíble para cocinar, pintar, tejer, con la flor de sapiencia sobre cualquier cosa que le preguntés...
Cualquier pibe en el mundo, en este momento, estaría diciendo "Oh, cómo me gustaría que esos dos fueran mis padres". Pero claro, si yo no me ponía a pensar en cuáles serían las cualidades que podría destacar de ellos, si tuviera que escribir sobre la temática, no le hubiera dado consideración a estas cosas.

Otra salvaje anécdota en el mundo de los pecados del iluso, es la de asignarle el título de "hermana", a una amiga que tuve allá, por esos años de rebeldía y enojo constante. Cuando, por la otra puerta, se me estaba yendo una hermana que no había necesitado patear una botella en la calle para llamarse así.
Al final, mi amiga terminó siendo una conocida que ya no comparte un saludo en la calle y mi hermana, una persona a la que puedo ver únicamente si cierro los ojos muy fuerte.

Si yo diera la enseñanza clásica de "valorá a los que tenés, porque no siempre los vas a tener", sería la tipa más hipócrita del mundo. Yo todavía me peleo con mi vieja por tonterías. Todavía le contesto con indiferencia a mi viejo cuando me quiere mostrar algo que a él le resulta interesante (que, dicho sea de paso, cuando le presto atención, me termina interesando a mí también). Todavía sigo sin mensajear a mis hermanas para contarles cómo me va o preguntarles por sus vidas. Todavía sigo teniendo amigos muy pacientes, que no esperan un "te amo", porque lo tienen obviado desde el momento en el que entendieron que soy bastante olvidadiza.
Pero si te sale no ser tan tonto y valorar a las personas que te rodean, en la medida de lo posible, hacelo. Yo tengo la suerte de tener gente que invierte tiempo de su vida para leer lo que escribo, para preguntarme si estoy bien o para invitarme a compartir un momento con ellos. 
Agradezco que tomen esa postura conmigo y pido perdón por ser un tanto fría cuando no se cómo reaccionar.

Los cambios son inevitables. Ignorar lo que tenemos por desear lo que nos falta, también es inevitable. Lo que no es inevitable, es ceder un momento de la vida para demostrar afecto, interés, un pequeño seguimiento de la relación humana que llevás con ellos.

Este es mi pequeño momento de afecto, donde me tomo un tiempito para reflexionar sobre una estupidez que seguramente voy a seguir haciendo, pero nunca está de más recordarse a uno mismo que está siendo estúpido. Eso nos ayuda para cambiar cada vez que nos damos cuenta. 

"Cuando te olvidás de algo, hacete un puntito en la mano", me dijo una sabia persona hace unos días.
Bueno, yo vivo con un puntito en la mano.
Uno que dice: "Deciles que hacen tu vida mucho más hermosa".

No hay comentarios:

Publicar un comentario