De lo que fue, se habló. De lo que es, no se habla. De lo que será, estamos atestados parlando todo el día.
Voy a tratar de hacer una cohesión, pero no prometo nada. Hay momentos en la vida en los que es mejor entregarse a un dadaísmo espontáneo. Este, evidentemente, no lo es.
¡Hey, vos! Si, ese que está leyendo atrás de esta pantalla. Tengo algo que decirte:
Pocas veces lo planeado sale tan bien como eso que no estaba en la lista de tareas.
PROMETO QUE TENGO UN PUNTO.
¿Sabés que pasa? No son ustedes, soy yo, que los virtualizo como lo que quiero que sean. Todos virtualizamos a las personas de la manera en que las deseamos.
Si yo quiero creer que hay un dragón sonriendo mientras lee este texto, vos no vas a ser un dragón sonriente, pero yo no estoy ahí para descubrirlo.
Lo ideal sería que yo nunca lo descubriera, porque quiero que sigas siendo un alegre dragonzuelo.
Lo prometo, tengo un punto.
¿A qué voy? (Porque viste que yo siempre me voy por las ramas y hago analogías que solo yo entiendo, no termino de explicar y salto con otros temas repentinamente).
Voy a que si uno no ve a una persona durante mucho tiempo o no la ve seguido, hace una suerte de emulador, que formatiza a ese ser. No se si me sale explicar cosas que... bueno, ahí va.
Quedate ahí, que tengo un punto.
En los momentos libres, imagino que algunas personas hacen ciertas...
Mentira. Es mentira.
No tengo un punto. Volvé más tarde.
Esto es exactamente lo que te pasa cuando querés explicar algo que todavía no lograste explicarte a vos mismo en tu mente, pero tenés una vaga idea y querés exponerla.
Sí, ya se que te pasó al menos una vez.
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