No se si fue el impulso de mis pies, o una falla de la silla.
Lo que se, es que cuando me di vuelta, estabas ahí,
mirándome con la intensidad de una sacudida al alma.
¿Me invitaste a escribir? Porque eso es lo que lograste.
De no ser por vos, las noches no tendrían magia.
¿Cuántos han sido los que han escrito en tu nombre?
No es para menos, lucir un vestido de plata
en medio de la profunda oscuridad del manto celestial.
¿Qué haces? ¿Qué hiciste conmigo?
¿Por qué recortas mi silueta contra la pared?
Te dignas a mirarme altiva, desde ese lugar
al que sabes que no puedo llegar.
Y pones en evidencia tu soberanía,
al delatar el movimiento de cada uno de nosotros.
Descendiendo lentamente,
acariciando las sábanas del mundo.
Mis versos temen a tus ojos.
Dame, por enésima vez, piedad.
Guía mis manos sobre el papel,
serás mi tinta, serás el blanco, el negro y el color.
Dale forma a mis ideas, que te esperan con ansias.
Dale vida a mis palabras, que ya te han hecho inmortal.
Ámame con el amor de una madre,
con el calor de un hermano.
Dame alas, no me enseñes a volar.
Seré capitular, si me das códice.
Seremos alma, aún sin ser cuerpo.
Estás ahí, yo solo te ofrezco un vestido de plata,
te vistes, sales a pasear
sobre el oscuro manto con el que se cubre la Tierra.
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