Un enojo tonto

Venía yo de una generación que no necesitaba más incentivo para estudiar que la propia sapiencia, que el propio desarrollo y progreso.

Mamá y Papá me dejaban los religiosos diez centavos del "juguito", después de hacer los mandados. Era toda la recompensa que recibía y para mí, eso era enorme.
En el auge de mi economía a los nueve años, papá nos regaló dos pesos a Fede y a mí. La de caramelos que nos hicimos, era increíble. Los chicos de ahora no lo van a entender, porque la inflación mató la maravilla de tener la cara de Bartolomé Mitre en la mano. Ahora un Roca (o una Evita) es cosa de niños.

Mis viejos me enseñaron que hay que ser buen alumno y punto. Ese "y punto", quiere decir que uno no necesita una coima, un soborno, una recompensa por sacarse buenas notas. Ese "y punto", refiere a la autonomía, la bonanza, el crecimiento, la propia sabiduría, la capacidad de enfrentarse al mundo con la mente abierta y llena de conocimientos.
Hay que ser buen alumno y punto. Hay que sentarse a estudiar y punto. Hay que pelear las propias batallas y punto.
No nos obligaron jamás. Ninguno de los dos nos dijo: "Vos vas a terminar la escuela porque yo te lo ordeno". Por el contrario, lo que siempre rezaron fue: "Si vas a la escuela, tu futuro va a estar lleno de oportunidades".
No vale la pena forzar una determinación... ellos prefirieron darnos las herramientas para que nosotros decidamos. Nos estaban dando la chance de probar nuestra inteligencia y discernir entre lo conveniente y lo inconveniente: había una madera, un clavo y un martillo. Ellos nos dijeron: "El martillo sirve para hundir el clavo en la madera". Y nosotros descubrimos solitos cómo hacer el mueble.

Me dirijo a los conceptos nuevos. El otro día escuché a una chica en el colectivo, explicándole a su compañera que si no rendían todas las materias, les iban a quitar la netbook.
La netbook. La computadora personal que les entregan a los alumnos del secundario por terminar los estudios.
¿Saben qué me entregaron a mí? Un diploma y un pin con la insignia del colegio.
Encuentren las incontables diferencias entre una persona que aprende un concepto de memoria para recibir una computadora y una que estudia porque se muere de ganas de empezar la facultad. No voy a mentir, cuando rendí el último examen final del secundario, pensaba en el color de resaltador que me iba a comprar para arrancar la carrera.
Es claro que un aparatito portátil con conexión a internet es algo buenísimo y super emocionante, pero vamos a sacar el pollo del horno: hay pibes que terminan sus estudios sin darle importancia a lo que aprenden en el proceso, solo para obtener esa recompensa. Hay personas con título secundario que no te pueden decir qué carajo pasó en 1976 en el país, qué cuerno es un átomo, si dentro de una operación se resuelve primero la multiplicación o la suma, qué es el sujeto tácito de una oración o a cuántos grados hierve el agua.
Sonrío, porque se que mientras leías ibas mentalizando las respuestas a cada consigna. ¿Ves? A vos te importó lo que te enseñaron.

A mi, cuando mi profesor de matemáticas me daba operaciones super intrincadas, se me daba por decirle: "Flaco, yo voy a estudiar Letras, esto no me va a servir nunca."... César se me cagaba de risa y me contestaba: "Vos concentrate y traelas hechas".
¿Saben qué me pasó? En noviembre del 2011 entré a laburar en un drugstore y cada vez que tenía que hacer la caja a las doce de la noche, me acordaba de todos mis profesores de matemáticas, enseñándome maneras de simplificar ese proceso.
Es absurdo. Si te lo enseñan, es porque fehacientemente en algún punto de tu vida lo vas a utilizar.

Yo opino que, si a los estudiantes de secundario se les entrega una computadora al finalizar los estudios, a los universitarios deberían garantizarnos un puesto de laburo bien remunerado y super estable. Digo, para hacer balanza entre esfuerzo y recompensa.

La verdad de la milanesa es que en el momento me dieron ganas de pegarle un "tatequieto" (Nacho dixit) en la nuca a los retoños de simio que compartían el colectivo con la muchacha que escribe detrás del monitor, pero después me acordé que el ñoqui violento no enseña nada.
Me hubiese gustado sentarme a contarles que la mejor ganancia por estudiar es el saber... pero el saber no accede a Facebook, así que no está de moda.

Cierro este precario texto agradeciendo a mi Mamá y mi Papá (entendiendo que escribo esas dos palabras con mayúscula porque son términos sumamente importantes), por haberme educado de esta manera y enseñarme que nada nos frena, más que nosotros mismos.
Agradezco a mis maestros de primaria y profesores de secundaria por los conceptos básicos sobre el mundo y las montañas de paciencia que me tuvieron.

Y bueno, gracias a vos por leerme hoy!







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